martes, 18 de agosto de 2009


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En la primera representación de LA GAZZA LADRA, el público de Milán se entusiasmó extraordinariamente, aplaudió y vitoreó a su autor, ROSSINI, de modo que éste se vio obligado a salir muchas veces a escena para saludar a los que le aplaudían.
-¡Qué noche tan gloriosa para vos, maestro! -le dijo un músico de la orquesta.
-¡Y qué dolor de riñones! -le replicó Rossini, que siempre hizo burla de su gloria.
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