martes, 18 de agosto de 2009


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Según cuenta CARLOS FISAS, en sus libros HISTORIAS DE LA HISTORIA, de un viejo libro -de 1866- copió esta anécdota:
Confesábase una señora y se acusó de que se pintaba el rostro.
-¿Y por qué se pinta?- le preguntó el cura.
-Porque se me figura que estoy más guapa.
-Y ¿se ha pintado esta mañana?
-Esta mañana no, porque no he querido acudir con afeites al tribunal de la penitencia.
-El cura salió del confesionario, la miró a la luz de una lámpara y le dijo:
-No vuelva usted a pintarse, señora; está usted tan hermosa que en cuanto usted acabe... me voy a confesar yo.
Y añade CARLOS FISAS: "Ya he dicho que el libro es antiguo. Hoy a ninguna mujer se le ocurriría confesarse por haberse maquillado".
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