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Lo que sigue se atribuye a numerosos prelados.
En una cena, una señora muy escotada se hallaba sentada frente a un cardenal. La señora vio que el purpurado observaba su escote con cierta fijeza.
-Eminencia, ¿se fija en esta cruz de brillantes que llevo?
-Señora, no miraba la cruz... admiraba el calvario.
Respuesta digna de un prelado del siglo XVIII francés.
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