martes, 16 de enero de 2018

(Chispas para pensar)
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Cada vez se exigen mayores florituras a una novela, especialmente si el autor es poco conocido. Así no tenemos más remedio que -aparte los giros literarios de rigor y las exigencias de cada momento- añadir humor a una novela seria, credibilidad a la fantasía, agilidad narrativa, ritmo mantenido, y un largo etc.
Actualmente estoy leyendo:

"RÉQUIEM POR NAGASAKI" de PAUL GLYNN, que me regalaron por Navidad; y siendo una novela que trata de la historia de Takashi Nagai, converso y superviviente de la bomba atómica, no se requiere esfuerzo para suponer se trata de una historia trágica y seria, y, sin embargo, ya en su página 13, leo el siguiente párrafo:

"El joven Naboru estudiaba sistemáticamente hasta altas horad de la madrugada con una cuerda colgada de las vigas del techo que ataba bajo su barbilla; de ese modeo, cuando empezaba a dar cabezadas, el tirón le hacía espabilar."

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Como no he pasado de esa página que acabo de leer, desconozco si las anécdotas de ese rebelde estudiante me hará estallar en carcajadas de nuevo, antes de llegar inexorablemente al meollo de la novela, que sin duda será trágica.

A los que intentamos recuperar el tren de la escritura, que dejamos un día por circunstancias de la vida, nos pintan moradas las cosas. ¿No os parece?

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4 comentarios:

  1. A los escritores les está pasando como a los músicos o los modistos, tiene que llamar la atención antes de poder elaborar seriamente su obra. Un abrazuco

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  2. Tienes razón. El mundo está cada día más revuelto, más loco, más payaso sin gracia. Pero yo no valgo para el escándalo. Gracias por estar aquí y brindarme tu amistad.

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  3. Larga vida a los amantes de los libros. Saludos

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