(Poetas de hoy)
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(Fotografía: En los campos de Valencia, se rebelan contra las pretensiones catalanas, sembrando en sus campos floridos, la bandera española junto a la cuatribarrada)
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ROMANCE DE LA CUESTIÓN CATALANA
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Tiene España una región,
hermosa donde las haya,
que en su nordeste se ubica
y Cataluña se llama.
Los Pirineos la cobijan
y el Mare Nostrum la baña,
tiene espacios naturales
llenos de vida y pujanza
y paisajes que transitan
desde cumbres escarpadas
a campiñas coloridas
de belleza inusitada
que se asoman a unas costas
tan bravas como doradas.
La habita gente tranquila,
fraterna y hospitalaria,
gente de paz y concordia,
gente lúcida y sensata,
gente que siempre acogió
generosa y solidaria
a otras gentes que venían
de otros pueblos y comarcas.
Hoy día esa misma gente,
otrora tan ponderada,
anda un tanto enloquecida,
revuelta y alborotada
clamando a los cuatro vientos
que quieren irse de España.
No son todos, por fortuna,
que ni a la mitad alcanzan
aunque nadie lo diría
viendo el ruido que arman.
Hay muchos que se preguntan
la razón de esta asonada,
cómo es posible que un pueblo,
de la noche a la mañana,
señale como enemigo
a los que antes apreciaba.
Cuán ingenua e inocente
llega a ser la raza humana,
pues no es esta malquerencia
abrupta ni inesperada
sino fruto de una inquina
largo tiempo alimentada.
Cuarenta años atrás
eran tiempos de mudanza,
tiempos de cambios profundos,
de optimismo y de esperanza.
Se fue trazando camino
de manera mesurada
arbitrando soluciones
que a ninguno contrariara
y al mundo se dio un ejemplo
de civismo y tolerancia …
aunque en algunos asuntos
se pasaron de frenada.
Para dar satisfacción
a discrepancias pasadas
y a aspiraciones catetas
de gentes acomplejadas
se dividió el territorio
y se hicieron de la Patria
diecisiete particiones
(“autonomías” les llamaban)
que hicieron de nuestro reino
un nuevo Reino de Taifas.
Y por tenerlos contentos
y que no se disgustaran
les cedieron competencias
en cuestiones muy variadas
y, en un alarde increíble
de torpeza desmañada,
en el pastel de materias
así descentralizadas
pusieron la Educación
como guinda de la tarta.
Al cabo de poco tiempo
de transferir la Enseñanza
ya se daba en las escuelas
de la taifa catalana
la Historia y la Geografía
de una manera muy rara:
“Cataluña es un país
que empieza dentro de Francia
y que se extiende hacia el sur
casi hasta el cabo de Gata,
comprende todas las tierras
baleares y andorranas,
una franja de Aragón
y la región valenciana”.
Y dicen las malas lenguas
que en su delirio enseñaban
que don Cristóbal Colón
nació en tierra catalana,
aunque no se sabe bien
si en Sabadell o en Tarrasa.
Y que Francisco de Goya
fue natural de Igualada
y don Miguel de Cervantes
de Sant Andreu de la Barca,
l Gran Capitán, de Vic,
de Salou, Manuel de Falla,
de Molins de Rei, Quevedo
y Di Stefano del Barsa.
Las indefensas criaturas
todo aquello se tragaban,
que las mentes infantiles
no están cerradas a nada,
y aprendieron desde chicos
a odiar a su propia Patria
pues firmemente creían,
porque así se lo enseñaban,
que Cataluña fue siempre
una nación soberana
a la que España invadió
y mantiene sojuzgada.
Y tuvieron un cacique
de memoria desgraciada, c
haparrete, cabezón
y de frente despejada
que, hirviendo de indignación,
al fuego más leña echaba
gritando “¡España nos roba!”
con la faz desencajada
moviendo mucho una mano
mientras con la otra trincaba
y hacia Andorra dirigía
los caudales que afanaba …
¡y las gentes le aplaudían
y “honorable” le llamaban!
En Moncloa apoltronados
los que en España mandaban,
desde el chico idealista
que grandes puros fumaba
al bajito de bigote
y al de la ceja doblada,
miraban hacia otro lado,
tragaban quina y callaban,
sus demandas atendían
y más dinero les daban
comprando de esa manera
apoyos que precisaban,
que es principio inamovible
de la política hispana
que por una investidura
se traga lo que haga falta.
Que la Historia les demande
la felonía perpetrada,
pues de esos polvos vinieron
los lodos que hoy nos enfangan.
Aquellos niños de entonces
hoy forman turba inflamada,
exigen la independencia,
enarbolan esteladas,
al himno patrio le silban
y al que discrepa le escrachan.
El mundo separatista,
con los votos que sumaba,
en el Palau instaló
a un hombrecillo de gafas,
trasunto de Harry Potter
pero sin pizca de magia,
pelo de click de Famóbil
y expresión atribulada.
Y a su lado le pusieron
a un hermano de camada
de catadura porcina
y hechuras de Sancho Panza,
la mirada un poco turbia
y un mucho desalineada.
Y el encargo que les dieron
de esta forma concretaban:
“Convocaréis en consulta
a paisanos y paisanas
preguntándoles si quieren
desconectarse de España
y cuando salga que sí
(que ya haréis para que salga)
proclamáis la independencia
de la Nación Catalana”.
No era fácil el encargo,
que España no les dejaba,
las leyes se lo prohibían
y en el recuerdo pesaba
un President anterior
de mandíbula cuadrada
que empezó todo este lío
y ahora no está para nada.
Después de darle mil vueltas
a ver cómo lo arreglaban,
les vino la inspiración
una noche en la que andaban
baixant de la Font del Gat
algo pasados de cava.
“Sacaremos una Ley
que nuestro fin satisfaga
y a la tal Constitución
se le ignora y Santas Pascuas,
que la democracia admite
que las leyes sean obviadas
si en los collons se le pone
a la plebe soberana”.
En el resto del país
todo el mundo alucinaba
salvo los memos de siempre
que aún los justificaban.
Apóstoles del buenismo,
insignes cantamañanas,
cretinos de nuevo cuño
y viejos tontos del haba
hacia su propio tejado
lanzaban recias pedradas
largando por sus boquitas
pomposas frases que hablaban
del “hecho diferencial”,
de “señas identitarias”,
“nación plurinacional”
y ese tipo de bobadas.
“Stultorum sunt plena omnia”
ya Cicerón avisaba,
y dos milenios después
Albert Einstein proclamaba
que solo dos cosas pueden
infinitas ser llamadas:
el insondable universo
y la estupidez humana.
Un día primero de octubre
se montó la mascarada
con papeletas caseras
y urnas a un chino compradas.
Y allá fueron con su voto
los chicos de la estelada
(que los otros catalanes
en el armario aún estaban)
y era tan grande el placer
que votar les procuraba
que corrían a otras urnas
a repetir la jugada,
y tan grande su alegría
que cantaban y bailaban
y de palmeros le hacían
gentiles Mozos de Escuadra
que los otros policías,
los que el Estado mandaba,
se andaban ganando el sueldo
repartiendo bofetadas
(cuatro porrazos mal dados
que algunos magnificaban
mostrando fotografías
de anteriores algaradas).
Entre votos repetidos,
listas mal elaboradas,
urnas que ya estaban llenas
cuando a las mesas llegaban
y colegios con más votos
que gente tenían censada,
los partidarios del sí
ganaron por goleada
y a su jefe recordaron
que ahora marcaba el programa
que la ansiada independencia
fuera por fin proclamada.
Y allá que se fue el buen hombre
con la carita angustiada
y, haciendo un malabarismo
de dialéctica atrofiada,
dijo que sí pero no,
que digo y no digo nada,
que puede ser o no ser,
que acaso tal vez mañana…
La euforia de los ilusos
de golpe se desinflaba
y el Presidente en Madrid
ojiplático quedaba
de ver cómo un catalán
al gallego le ganaba.
En los días que siguieron
hubo mucho y no hubo nada:
los prebostes del Govern
entre dos fuegos estaban
pues España les pedía
que su locura frenaran
y la gente de su entorno
por la espalda le empujaban.
Los más gallos del corral
airados les conminaban
a dar un paso adelante
pasara lo que pasara…
y ellos querían darles gusto
pero no se aventuraban,
que en Madrid eran muy suyos
e igual los enchironaban.
Y de nuevo florecieron
obtusos y soplagaitas
pontificando sandeces
y desgranando chorradas.
Con su estólida visión
a “las dos partes” culpaban,
“entendimiento” pedían
y “dialogar” reclamaban
y, exhibiendo su estulticia,
en el mismo saco echaban
al que la ley transgredía
y al que por ella velaba.
En las calles, mientras tanto,
ya no eran todo esteladas;
catalanes a millares
con banderas rojigualdas,
aparcando años de miedos,
de indolencia o de desgana,
al sentir secesionista
el contrapunto le daban.
Por el Paseo de Colón,
por la Vía Layetana,
la avenida Diagonal
el Paralelo y la Rambla
oleadas de personas
de repente atestiguaban
que existe otra Cataluña
hasta ahora silenciada
a la que no le va mucho
lo de salirse de España.
Los contumaces facciosos
del burro no se bajaban,
que todo su empeño era
sostenella y no enmendalla,
y al impávido sujeto
que en España gobernaba
se le agotó la paciencia
y anunció que ya tocaba
activar el mecanismo
que provee la Carta Magna
para volver al redil
a aquellos que se desmandan.
Y se puso de los nervios
el hombrecillo de gafas:
ahora convoco elecciones,
ahora no convoco nada,
ahora me explico en Madrid,
ahora me quedo en mi casa…
y, al final, la indecisión
desembocó en charlotada.
Con medio pleno reunido
y otro medio en retirada,
los señores diputados
un viernes por la mañana
se agenciaron una urna
y, a papeleta tapada,
se otorgaron a sí mismos
la independencia anhelada.
Hoy es tiempo de zozobra,
de incertidumbre, de alarma,
de ansiedad y de aflicción
neciamente generadas
por dirigentes cerriles
y gentes obnubiladas:
la población dividida,
la sociedad fracturada,
la convivencia difícil,
la sinrazón disparada
y las mejores empresas
en creciente desbandada.
Aún quedan algunas dudas
que deben ser despejadas:
si persisten los golpistas
en su cansina tabarra,
si el ciento cincuenta y cinco
lleva a su cauce las aguas
y si al final los culpables
como merecen lo pagan,
que marcharse de rositas
después de liarla tan parda
no es cosa muy saludable
ni puede ser tolerada,
que el Estado de Derecho
a delincuentes no ampara
Y que al pueblo catalán
no le cuenten más patrañas,
que allí no existe opresión
ni fobia ni intolerancia
y, a pesar de lo que digan
victimistas papanatas,
esa tierra siempre ha sido
bien querida y bien tratada.
Ojalá que en poco tiempo
se recupere la calma,
que se cierren las heridas
y que nunca más se abran,
que se imponga el buen sentido,
que la cordura renazca,
que retornen las empresas,
que siga en la Liga el Barsa
y que se mire el futuro
con ilusión y esperanza.
¡Viva siempre Cataluña
y visca per sempre Espanya!
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M.Z. Cádiz, octubre 2017
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Es casi una novela, pero es muy bonita. Ojala no nos enfademos mas, pero la paz ya es imposible. Un abrazo
ResponderEliminar¡Y que lo digas! ... entre la melifluidad consentidora de Rajoy y los otros estirando tanto de la cuerda, mal vamos. La PAZ dialéctica está perdida y habrán de pasar muchos años de NUEN GOBIERNO -si es que llega- para recuperar el equilibrio. Es cierto que a muchos indepes se les ha abierto los ojos del entendimiento, han menguado hasta en Gerona las banderas "cubanas" de algunos balcones, mientras que algunos han colgado las roja y gualda... pero tendrían que haber intervenido TV3, RAC-1, la enseñanza de Historia y Geografía en escuelas, institutos y universidades... y no comprendo por qué no lo han hecho. Los "mossos" vaguean y siguen cobrando. Y mientras, la Guardia Civil y la Policía Nacional, que son los cuerpos que sacan las castañas del fuego y se arriesgan a recibir tortas, cobran mucho menos, se les insulta a ellos y a sus hijos pequeños... etc.etc.etc. Esto ya parece la historia interminable.
ResponderEliminarLo peor es que esta herida no tiene cura, a la vuelta de unos años cuando se hagan con la Hacienda catalana volverán a intentarlo y será la definitiva. Muchas familias han quedado rotas y este año las navidades serán muy tristes.
ResponderEliminarBUENO, la tristeza puede llegar a superarse. Lo insuperable es el germen del odio cuando brota. Por eso evito todo contacto nefasto, aunque sean personas que siempre he querido. No puedo solucionarlo?... pues lo dejo estar. Ya es bastante dura la vida por si misma.
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