lunes, 13 de noviembre de 2017



(Poetas de hoy)
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(Fotografía: En los campos de Valencia, se rebelan contra las pretensiones catalanas, sembrando en sus campos floridos, la bandera española junto a la cuatribarrada)
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ROMANCE DE LA CUESTIÓN CATALANA 
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Tiene España una región, 
hermosa donde las haya, 
que en su nordeste se ubica 
y Cataluña se llama. 
Los Pirineos la cobijan 
y el Mare Nostrum la baña, 
tiene espacios naturales 
llenos de vida y pujanza 
y paisajes que transitan 
desde cumbres escarpadas 
a campiñas coloridas 
de belleza inusitada 
que se asoman a unas costas 
tan bravas como doradas. 
La habita gente tranquila, 
fraterna y hospitalaria, 
gente de paz y concordia, 
gente lúcida y sensata, 
gente que siempre acogió 
generosa y solidaria 
a otras gentes que venían 
de otros pueblos y comarcas. 
Hoy día esa misma gente, 
otrora tan ponderada, 
anda un tanto enloquecida, 
revuelta y alborotada 
clamando a los cuatro vientos 
que quieren irse de España. 
No son todos, por fortuna, 
que ni a la mitad alcanzan 
aunque nadie lo diría 
viendo el ruido que arman. 
Hay muchos que se preguntan 
la razón de esta asonada, 
cómo es posible que un pueblo, 
de la noche a la mañana, 
señale como enemigo 
a los que antes apreciaba. 
Cuán ingenua e inocente 
llega a ser la raza humana, 
pues no es esta malquerencia 
abrupta ni inesperada 
sino fruto de una inquina 
largo tiempo alimentada. 
Cuarenta años atrás 
eran tiempos de mudanza, 
tiempos de cambios profundos, 
de optimismo y de esperanza. 
Se fue trazando camino 
de manera mesurada 
arbitrando soluciones 
que a ninguno contrariara 
y al mundo se dio un ejemplo 
de civismo y tolerancia …
aunque en algunos asuntos 
se pasaron de frenada. 
Para dar satisfacción 
a discrepancias pasadas 
y a aspiraciones catetas 
de gentes acomplejadas 
se dividió el territorio 
y se hicieron de la Patria 
diecisiete particiones 
(“autonomías” les llamaban) 
que hicieron de nuestro reino 
un nuevo Reino de Taifas. 
Y por tenerlos contentos 
y que no se disgustaran 
les cedieron competencias 
en cuestiones muy variadas 
y, en un alarde increíble 
de torpeza desmañada, 
en el pastel de materias 
así descentralizadas 
pusieron la Educación 
como guinda de la tarta. 
Al cabo de poco tiempo 
de transferir la Enseñanza 
ya se daba en las escuelas 
de la taifa catalana 
la Historia y la Geografía 
de una manera muy rara: 
“Cataluña es un país 
que empieza dentro de Francia 
y que se extiende hacia el sur 
casi hasta el cabo de Gata, 
comprende todas las tierras 
baleares y andorranas, 
una franja de Aragón 
y la región valenciana”. 
Y dicen las malas lenguas 
que en su delirio enseñaban 
que don Cristóbal Colón 
nació en tierra catalana, 
aunque no se sabe bien 
si en Sabadell o en Tarrasa. 
Y que Francisco de Goya 
fue natural de Igualada 
y don Miguel de Cervantes 
de Sant Andreu de la Barca, 
l Gran Capitán, de Vic, 
de Salou, Manuel de Falla, 
de Molins de Rei, Quevedo 
y Di Stefano del Barsa. 
Las indefensas criaturas 
todo aquello se tragaban, 
que las mentes infantiles 
no están cerradas a nada, 
y aprendieron desde chicos 
a odiar a su propia Patria 
pues firmemente creían, 
porque así se lo enseñaban, 
que Cataluña fue siempre 
una nación soberana 
a la que España invadió 
y mantiene sojuzgada. 
Y tuvieron un cacique 
de memoria desgraciada, c
haparrete, cabezón 
y de frente despejada 
que, hirviendo de indignación, 
al fuego más leña echaba 
gritando “¡España nos roba!” 
con la faz desencajada 
moviendo mucho una mano 
mientras con la otra trincaba 
y hacia Andorra dirigía 
los caudales que afanaba …
¡y las gentes le aplaudían 
y “honorable” le llamaban! 
En Moncloa apoltronados 
los que en España mandaban, 
desde el chico idealista 
que grandes puros fumaba 
al bajito de bigote 
y al de la ceja doblada, 
miraban hacia otro lado, 
tragaban quina y callaban, 
sus demandas atendían 
y más dinero les daban 
comprando de esa manera 
apoyos que precisaban, 
que es principio inamovible 
de la política hispana 
que por una investidura 
se traga lo que haga falta. 
Que la Historia les demande 
la felonía perpetrada, 
pues de esos polvos vinieron 
los lodos que hoy nos enfangan. 
Aquellos niños de entonces 
hoy forman turba inflamada, 
exigen la independencia, 
enarbolan esteladas, 
al himno patrio le silban 
y al que discrepa le escrachan. 
El mundo separatista, 
con los votos que sumaba, 
en el Palau instaló 
a un hombrecillo de gafas, 
trasunto de Harry Potter 
pero sin pizca de magia, 
pelo de click de Famóbil 
y expresión atribulada. 
Y a su lado le pusieron 
a un hermano de camada 
de catadura porcina 
y hechuras de Sancho Panza, 
la mirada un poco turbia 
y un mucho desalineada. 
Y el encargo que les dieron 
de esta forma concretaban: 
“Convocaréis en consulta 
a paisanos y paisanas 
preguntándoles si quieren 
desconectarse de España 
y cuando salga que sí 
(que ya haréis para que salga) 
proclamáis la independencia 
de la Nación Catalana”. 
No era fácil el encargo, 
que España no les dejaba, 
las leyes se lo prohibían 
y en el recuerdo pesaba 
un President anterior 
de mandíbula cuadrada 
que empezó todo este lío 
y ahora no está para nada. 
Después de darle mil vueltas 
a ver cómo lo arreglaban, 
les vino la inspiración 
una noche en la que andaban 
baixant de la Font del Gat 
algo pasados de cava. 
“Sacaremos una Ley 
que nuestro fin satisfaga 
y a la tal Constitución 
se le ignora y Santas Pascuas, 
que la democracia admite 
que las leyes sean obviadas 
si en los collons se le pone 
a la plebe soberana”. 
En el resto del país 
todo el mundo alucinaba 
salvo los memos de siempre 
que aún los justificaban. 
Apóstoles del buenismo, 
insignes cantamañanas, 
cretinos de nuevo cuño 
y viejos tontos del haba 
hacia su propio tejado 
lanzaban recias pedradas 
largando por sus boquitas 
pomposas frases que hablaban 
del “hecho diferencial”, 
de “señas identitarias”, 
“nación plurinacional” 
y ese tipo de bobadas. 
“Stultorum sunt plena omnia” 
ya Cicerón avisaba, 
y dos milenios después 
Albert Einstein proclamaba 
que solo dos cosas pueden 
infinitas ser llamadas: 
el insondable universo 
y la estupidez humana. 
Un día primero de octubre 
se montó la mascarada 
con papeletas caseras 
y urnas a un chino compradas. 
Y allá fueron con su voto 
los chicos de la estelada 
(que los otros catalanes 
en el armario aún estaban) 
y era tan grande el placer 
que votar les procuraba 
que corrían a otras urnas 
a repetir la jugada, 
y tan grande su alegría 
que cantaban y bailaban 
y de palmeros le hacían 
gentiles Mozos de Escuadra 
que los otros policías, 
los que el Estado mandaba, 
se andaban ganando el sueldo 
repartiendo bofetadas 
(cuatro porrazos mal dados 
que algunos magnificaban 
mostrando fotografías 
de anteriores algaradas).
Entre votos repetidos, 
listas mal elaboradas, 
urnas que ya estaban llenas 
cuando a las mesas llegaban 
y colegios con más votos 
que gente tenían censada, 
los partidarios del sí 
ganaron por goleada 
y a su jefe recordaron 
que ahora marcaba el programa 
que la ansiada independencia 
fuera por fin proclamada. 
Y allá que se fue el buen hombre 
con la carita angustiada 
y, haciendo un malabarismo 
de dialéctica atrofiada, 
dijo que sí pero no, 
que digo y no digo nada, 
que puede ser o no ser, 
que acaso tal vez mañana… 
La euforia de los ilusos 
de golpe se desinflaba 
y el Presidente en Madrid 
ojiplático quedaba 
de ver cómo un catalán 
al gallego le ganaba. 
En los días que siguieron 
hubo mucho y no hubo nada: 
los prebostes del Govern 
entre dos fuegos estaban 
pues España les pedía 
que su locura frenaran 
y la gente de su entorno 
por la espalda le empujaban. 
Los más gallos del corral 
airados les conminaban 
a dar un paso adelante 
pasara lo que pasara… 
y ellos querían darles gusto 
pero no se aventuraban, 
que en Madrid eran muy suyos 
e igual los enchironaban. 
Y de nuevo florecieron 
obtusos y soplagaitas 
pontificando sandeces 
y desgranando chorradas. 
Con su estólida visión 
a “las dos partes” culpaban, 
“entendimiento” pedían 
y “dialogar” reclamaban 
y, exhibiendo su estulticia, 
en el mismo saco echaban 
al que la ley transgredía 
y al que por ella velaba. 
En las calles, mientras tanto, 
ya no eran todo esteladas; 
catalanes a millares 
con banderas rojigualdas, 
aparcando años de miedos, 
de indolencia o de desgana, 
al sentir secesionista 
el contrapunto le daban. 
Por el Paseo de Colón, 
por la Vía Layetana, 
la avenida Diagonal 
el Paralelo y la Rambla 
oleadas de personas 
de repente atestiguaban 
que existe otra Cataluña 
hasta ahora silenciada 
a la que no le va mucho 
lo de salirse de España. 
Los contumaces facciosos 
del burro no se bajaban, 
que todo su empeño era 
sostenella y no enmendalla, 
y al impávido sujeto 
que en España gobernaba 
se le agotó la paciencia 
y anunció que ya tocaba 
activar el mecanismo 
que provee la Carta Magna 
para volver al redil 
a aquellos que se desmandan. 
Y se puso de los nervios 
el hombrecillo de gafas: 
ahora convoco elecciones, 
ahora no convoco nada, 
ahora me explico en Madrid, 
ahora me quedo en mi casa… 
y, al final, la indecisión 
desembocó en charlotada. 
Con medio pleno reunido 
y otro medio en retirada, 
los señores diputados 
un viernes por la mañana 
se agenciaron una urna 
y, a papeleta tapada, 
se otorgaron a sí mismos 
la independencia anhelada. 
Hoy es tiempo de zozobra, 
de incertidumbre, de alarma, 
de ansiedad y de aflicción 
neciamente generadas 
por dirigentes cerriles 
y gentes obnubiladas: 
la población dividida, 
la sociedad fracturada, 
la convivencia difícil, 
la sinrazón disparada 
y las mejores empresas 
en creciente desbandada. 
Aún quedan algunas dudas 
que deben ser despejadas: 
si persisten los golpistas 
en su cansina tabarra, 
si el ciento cincuenta y cinco 
lleva a su cauce las aguas 
y si al final los culpables 
como merecen lo pagan, 
que marcharse de rositas 
después de liarla tan parda 
no es cosa muy saludable 
ni puede ser tolerada, 
que el Estado de Derecho 
a delincuentes no ampara 
Y que al pueblo catalán 
no le cuenten más patrañas, 
que allí no existe opresión 
ni fobia ni intolerancia 
y, a pesar de lo que digan 
victimistas papanatas, 
esa tierra siempre ha sido 
bien querida y bien tratada. 
Ojalá que en poco tiempo 
se recupere la calma, 
que se cierren las heridas 
y que nunca más se abran, 
que se imponga el buen sentido, 
que la cordura renazca, 
que retornen las empresas, 
que siga en la Liga el Barsa 
y que se mire el futuro 
con ilusión y esperanza. 
¡Viva siempre Cataluña 
y visca per sempre Espanya! 
*
M.Z. Cádiz, octubre 2017

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4 comentarios:

  1. Es casi una novela, pero es muy bonita. Ojala no nos enfademos mas, pero la paz ya es imposible. Un abrazo

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  2. ¡Y que lo digas! ... entre la melifluidad consentidora de Rajoy y los otros estirando tanto de la cuerda, mal vamos. La PAZ dialéctica está perdida y habrán de pasar muchos años de NUEN GOBIERNO -si es que llega- para recuperar el equilibrio. Es cierto que a muchos indepes se les ha abierto los ojos del entendimiento, han menguado hasta en Gerona las banderas "cubanas" de algunos balcones, mientras que algunos han colgado las roja y gualda... pero tendrían que haber intervenido TV3, RAC-1, la enseñanza de Historia y Geografía en escuelas, institutos y universidades... y no comprendo por qué no lo han hecho. Los "mossos" vaguean y siguen cobrando. Y mientras, la Guardia Civil y la Policía Nacional, que son los cuerpos que sacan las castañas del fuego y se arriesgan a recibir tortas, cobran mucho menos, se les insulta a ellos y a sus hijos pequeños... etc.etc.etc. Esto ya parece la historia interminable.

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  3. Lo peor es que esta herida no tiene cura, a la vuelta de unos años cuando se hagan con la Hacienda catalana volverán a intentarlo y será la definitiva. Muchas familias han quedado rotas y este año las navidades serán muy tristes.

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  4. BUENO, la tristeza puede llegar a superarse. Lo insuperable es el germen del odio cuando brota. Por eso evito todo contacto nefasto, aunque sean personas que siempre he querido. No puedo solucionarlo?... pues lo dejo estar. Ya es bastante dura la vida por si misma.

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