sábado, 24 de octubre de 2015

(Cuentos)
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En honor a mi madre os cuento: 
Hace casi cuarenta años, vi en una librería una fiel reproducción de los CUENTOS POPULARES PARA NIÑOS DE S. CALLEJA, impresos al mismo minúsculo tamaño de los originales, mas con la portada a todo color y mejor papel y con un lomo protector de cartón cada doce ejemplares; y como sabía lo que le gustaban, -nos los había dejado leer cuando niños- no pude resistir la tentación de regalárselos el día de su Santo. 
Le emocionó el regalo y los releyó todos, uno tras otro, y los guardó después como oro en paño. 
Pasados unos años, los repartió entre sus nietos; así que un lomo con doce ejemplares llegó de nuevo a mis manos. Y hoy, ya cerca la fecha de los Difuntos, en honor a ella aquí os paso uno escogido al azar, titulado "VENTURITA".
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VENTURITA
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Venturita había oído decir varias veces que la cosa más difícil de hallar en la vida era la felicidad; y precisamente por eso se le había metido en la cabeza la idea de ir a buscarla.
Como era un pobrecito huérfano, solito se puso en camino y anduvo mucho; pero el cielo comenzó a oscurecerse y el a temblar de miedo.
Muy entrada la noche le pareció divisar a lo lejos una lucecilla; dio una carrera y se acercó a ella. Salía de una pobre casa, mas Venturita, empujado por el hambre, cobró ánimo y llamó.
-¡Adelante! -oyó que le gritaba una voz.
Empujó la puerta, y entró en una habitación donde una pobre mujer disponía la comida para unos niños que esperaban en torno a una mesa.
-Poca suerte tienes, muchacho -dijo la mujer- viniendo a parar aquí entre estos hambrientos pequeñuelos; no tengo cimida bastante para satisfaceros.
Venturita pensó marcharse, pero cuando iba a salir se le saltaron las lágrimas.
-¡Pobrecito! Yo partiré con él mi ración -dijo conmovida una hermosa niña que se llamaba Aurora.
-¡Gracias! -exclamó Venturita, sentándose al lado de la niña; -prometo que si algún día puedo, sabré recompensar tu bondad.
Y después de comer los niños se fueron a dormir. Venturita durmió en una silla junto a la lumbre medio apagada. En la mañana siguiente, salió de la casa sin saludar a nadie, pero dejando escrito con yeso en la tabla de la mesa:
-¡Adios, Aurora, hasta la vista!
Y echó a andar en dirección al poblado para ver si podía encontrar la felicidad.
Viendo pasar un espléndido carruaje arrastrado por dos caballos, se precipitó a la trasera, como hacía de chiquitín en su pueblo, y oculto por el carruaje mismo, asido como un mono entre las ruedas, se dejó conducir a la ventura, pensando que alguna vez habría de pararse aquel coche.
Así ocurrió, en efecto; el carruaje penetró en un palacio.
-¿Qué quieres, niño? -preguntó el cochero al verlo en el portal.
-Quisiera entrar como criado en esta casa.
-Pues llegas a tiempo. El mayordomo anda buscando un muchacho para los recados por haber aumentado el trabajo.
Venturita subió la escalera y preguntó por el mayordomo.
-¿Quién te envía? -le preguntó éste.
-El cochero me ha dicho que buscáis un muchacho que pueda ayudaros.
-Está bien; se trata de pasar todo el día corriendo, de suerte que puedes quedarte; ten un traje y procura estar siempre dispuesto, porque ahora hay que llevar muchos recados.
Casi no se atrevía a pisar las mullidas alfombras de la casa; y pensando estaba que en aquel palacio sus moradores debían de ser muy felices, cuando vio salir de una habitación a una señora llorando.
Aquella señora envió a Venturita a la botica. Cuando volvió con la medicina, fue a llevarla a la habitación del enfermo, que era un niño, el cual, tan pronto como le vio dijo:
-Me alegro; cuando me ponga bueno jugaremos juntos.¿No es verdad, mamá?
-Sí, hijo mío; pero ahora toma la medicina, que así te curarás pronto.
A la ansiedad de los días que la enfermedad había durado, sucedieron otros de tristeza, pues murió el pobre niño. La señora parecía loca y llamaba a su hijo con voz desgarradora; tenía cerradas las ventanas de sus habitaciones para que no entrara la luz, y no quería ver a nadie; solo a fuerza de súplicas conseguían hacerle tomar algún alimento.
Venturita se disponía a marcharse persuadido de que tampoco la riqueza puede dar la felicidad; e iba a buscarla entrando al servicio del Rey para ver si consistía en el poder. Ya habitaba en la corte y creyó que había penetrado en el reino de la felicidad.
Una vez Rey y Reina debían asistir a la inauguración de un monumento, y Venturita iba a la zaga del carruaje, cuando la detonación de un arma de fuego se oyó al paso del carruaje y una bala atravesó silbando sobre la cabeza del Rey.
Venturita, que había oído tan cerca el silbido de la bala, pensó mudar de destino, porque también con los reyes vivía intranquilo; y viendo que era inútil buscar la felicidad en las alturas abandonó el palacio real.
Un día le preguntó a un anciano:
-Vos que lleváis muchos años de vida, como demuestra vuestra blanca cabeza, ¿Sabríais decirme donde se encuentra la felicidad?
-Hijo mío, la felicidad huyó de La Tierra el día en que nuestros primeros padres fueron arrojados del Paraíso, y no viene a visitar a los mortales sino por algunos instantes, tornando a volar de nuevo.
-¿Y a qué mortales visita con mayor frecuencia?
-A los que trabajan mucho, se contentan con poco y prefieren los placeres del campo a los vicios de la ciudad.
No siguió pues, Venturita en busca de vanas quimeras y se puso a trabajar.
Compró un pedazo de terreno en el bosque y construyó una casita, que siempre había sido su sueño. Algún tiempo después adquirió un cochinillo y más adelante una ternera, gallinas y palomas.
Después buscó a Aurora, la que le había dado de comer cuando era muy pobre.
Loa dos jóvenes se casaron y fueron dichosos trabajando; porque la felicidad consiste en la salud, en el trabajo y en acomodar sus gastos y apetitos a lo que se posee, aunque no sea mucho.
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(Cuentos Populares para Niños de S. CALLEJA)
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2 comentarios:

  1. Muy bonito el cuento y gran verdad que se olvida a menudo. Calleja tiene muchos cuentos, de hecho hay una frase que se utiliza mucho en España y dice así: "Tienes más cuento que Calleja". Se suele utilizar cuando hablas muchas cosas inventadas. Un saludo.

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  2. Tienes razón. Aunque se emplea en mal sentido, cuando alguien porque sí fantasea. Que no es lo mismo que escribir cuentos.
    ¡Gracias por tu visita y tu comentario!
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