(Cartas Censuradas)
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Aunque encajaría este mensaje en la pestaña
JARABE DE HUMOR, lo paso como mi primer rescate
a: CARTAS CENSURADAS.
Espero que añadáis un comentario,
entrando en la pequeña señalización de abajo.
Y lo digo así, claro, porque muchos parecen que
no saben todavía que dejo la entrada libre.
¡FELIZ DOMINGO!
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Carta a nuestra Ministra de Igualdad
Estimada Ministra.
El motivo por el que me dirijo a usted mediante esta
misiva no es otro que elogiar su esfuerzo en el ejercicio
de la labor que le ha sido encomendada. Un ministerio
nuevo como es el de Igualdad, tan enjuiciado por
algunos, precisa ser llevado por alguien con grandes
ideas que ayuden a entender su función.
Estaba comentando con compañeros y compañeras la
reflexión acerca de lo excesivamente machista que es
nuestro idioma y las medidas que deberían adoptarse
para mejorar la situación. Sin embargo, pronto nos
dimos cuenta de que hay otro hecho discriminatorio
en nuestra forma de hablar que debería analizarse
con similar rigor.
Si bien es cierto que el machismo y el feminismo se
han llevado a lo largo de los últimos tiempos como
el perro y el gato, más cierto es que, en esa afirmación,
encontramos una diferenciación aún más notoria.
Concretamente entre el perro y el gato.
A priori podría parecerle una apreciación superficial,
pero no es para tomarlo a broma.
De una primera pregunta sobre el orden en que se
les da a ambas especies del reino animal (siempre
nombramos primero al perro y después al gato),
pasamos a algo mucho más profundo: el tono
despectivo. ¿Se ha fijado usted en las connotaciones
negativas que conlleva la expresión “emperrarse en algo”
y, por el contrario, ese significado de seducir que se le da
a la expresión “engatusar”? Probablemente no se haya
percatado, pues en pocas ocasiones escucharemos
ambas expresiones en una misma frase.
Pero la cosa aún va a más. ¿Por qué decimos que el
gángster aprieta el “gatillo” en lugar del “perrillo”?
Obviamente quien bautizó a esa parte del revólver
debía ser un maltratador de animales, con el agravante
de hacerlo con inocentes gatitos, seguramente por miedo
a ser mordido por los perritos.
Aunque debo decir que otras expresiones me desorientan.
Un pobre hombre sin capacidad de visión es llamado
despectivamente “cegato”, en lugar de “ceperro”.
Esas embarcaciones militares (o esas otras con las
que se compite en las olimpiadas), símbolo de fortaleza,
se denominan “fragatas”, en lugar de “fraperras”.
Los bebés “gatean”, los mayores “perrean”…
En fin, probablemente todo se deba al enfrentamiento
de las dos Españas, la de los perros y la de los gatos,
que tanto gobierno como oposición no nos permiten
olvidar. Creo que la solución pasa por ser todos menos
mojiperros y preocuparnos por lo que realmente importa
en esta gata vida.
Un fiel admirador, ni perro ni gato.
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