sábado, 7 de noviembre de 2009


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UNA ESPAÑOLA EN EL GULAG
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(Del Amor al horror)
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LINA PROKÓFIEV, madrileña, sofisticada y de exquisita educación, se hizo se hizo internacional al casarse con el mundialmente conocido compositor ucraniano SEGUÉI PROKÓFIEV. Su vida transcurría lácida en París hasta que él se dejó seducir por Stalin y regresaron a la URSS. Allí, su cosmopolitismo y su encanto eran una amenaza. RN 1948 fue condenada a veinte años de trabajos forzados. Por primera vez , un libro recoge s apasionante historia.
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Por ISABEL NAVARRO
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Durante los 21 años en que LINA PROKÓFIEV sobrevivió fuera del gulag hasta su muerte evitó en lo posible hablar de su encierro en el campo de concentración. A lo sumo se refería a su desfracia como “el norte”, congelando aquella experiencia de humillación y frío en la retaguardia de su memoria.
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Nacida en Madrid en 1898 como CAROLINA CODINA, hija de un cantante de ópera catalán y de OLGA NEMISKAIA, una aristrocráta de Varsovia con sangre alsaciana.
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En 1948, el régimen soviético la condenó a veinte años de trabajos forzados en un campo de concentración más allá del Círculo Polar Ártico. ¿Su delito?. Espionaje, una acusación fabricada que el stalinismo utilizó como comodín para librarse de los extranjeros durante las purgas. LINA tenía una personalidad incómoda para el régimen: cantante de profesión, eras cosmopolita, se había educado como una mujer libre, dominaba seis idiomas, era muy elegante y solían invitarla a las recepciones en as embajadas de Moscú por ser la esposa extranjera de una gloria nacional, el compositor SERGUÉI PROKÓFIEV.
Lina y Serguéi se conocieron en Nueva York en otoño de 1918 durante su particular edad de la inocecia. Entonces, ella tenía 21 años y él, 27 y formaban parte de una generación nómada que, huyendo de la revolución volchevique, había llevado la alta cultura eslava y centroeuropea a Estados Unidos. La primera vez que Lina vio al músico, él interpretaba su primer concierto para piano en el Carnegie Hall de Nueva York. Empezaron dando largos paseos y tras cinco años de noviazgo, en 1923, se casaron en Alemania.
En abril de 1936, tras varias giras y estancias cortas en la URSS, Prokófiev dejó su casa de París y se acabó trasladando con Lina y sus dos hijos a Moscú, sellando, sin saberlo, un destino trágico. ¿Por qué Serguéi abandonó su cómoda vida europea y decidió regresar a la Unión Soviética si nunca había sido filocomunista? Según sus biógrafos, por ingenuidad política y por una desesperada y patológica nostalgia de su patria. Prokófiev anhelaba unirse a personajes como Meierhold, Einsentein, Stanislavski y Maiakovski, protagonistas de la escena moscovita; el público ruso lo adoraba, lo comprendían, y las autoridades soviéticas lo recibían con los brazos abiertos como un nuevo emblema de su campaña de propaganda internacional.
La URSS le prometió las condiciones adecuadas para su labor creativa, el música esba entusiasmado y su mujer acabó aceptando el traslado y la nacionalidad soviética sin prever las nefastas consecuencias de su decisión.
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En los primeros tiempos, la vida fue relativamente fácil para ellos en Moscú. Los niños acudían a un colegio angloamericano para hijos de rusos que habían vivido en el extranjero, y las autoridades permitieron que la pareja saliese de gira oor Estados Unidos mientras sus hijos se quedaban de rehenes en casa.
Los Prokófiev vivían en una burbuja privilegiada, pero llegó un momento en que los síntomas de la represión empezaron a ser apabullantes también para ellos. Stviatoslav, el hijo mayor de la pareja, recuerda que en el año 37 arrestaron a todos los padres de sus compañeros y cerraron la escuela internacional. Poco antes habían comenzado los ataques de Stalin contra creadores e intelectuales. “Era imposible hablar con franqueza y poo a poco fui viendo lo salvaje e inhumano que era el régimen.
-recuerda Lina en un testimonio recogido por Valentina Chemberdjí-.
Poco después comenzaron los arrestos y muchos conocidos empezaron a evitarme por miedo a relacionarse con una extranjera. Siempre pensé que podríamos irnos, pero Serguéi nunca pidió permiso porque tenía miedo de que se lo denegaran y acabó aislándose de Europa.
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Al drama político se le sumó el personal de Lina cuando Serguéi se enamoró de otra mujer. Llevaban veinte años de matrimonio cuando Mira Mendelson, una estudiante de literatura mucho más joven y miembro de las Juventudes Comunistas, entró en a vida del compositor. Su historia empezó como un simple “afaire” de verano, pero a principios del 41 él se marchó de casa para vivir con ella, con el beneplácito de las autoridades.
Sin la protección de Prokófiev, muchos fueron los que aconsejaron a Lina que dejara de relacionarse con extranjeros, pero ella continuaba teniendo contactos con sus compatriotas europeos y empezó a trabajar para una agencia de noticias como traductora para poder acceder a una cartilla de racionamiento.
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Tenía el teléfono intervenido y era consciente de que la seguían, pero hasta 1948 no consumaron la detención.
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“Me llevaron a la cárcel de Lubianka –cuenta Lina- Allí me obligaron a ducharme, me tomaron las huellas y me metieron en una celda tan pequeña que sólo podían estar dos personas de pie”.
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Su hijo Sviatoslav se sorpende de que en Occidente le pregunten a menudo cómo era posible que su padre no hubiera hecho algo por liberarla: “Demuestra un total desconocimiento del terror general que reinaba en la Unión Soviética en esa época, uando incluso las esposas de Molotov y de Migaíl Kalinin, presidente de la URSS, estaban presas.
Ni siquiera sus maridos, importantes mandatarios del país podían hacer nada por ayudarlas porque STALIN había decidido su caída en desgracia.
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Lina fue sentenciada a cumplir 20 años de trabajos forzados en el gulag de Abez, cerca de Vorkurá (Tierra de Osos), una zona de hielo permanente donde muchas mañanas se despertaba con el pelo congelado y pegado a la pared por culpa de las bajas temperaturas.
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El trabajo que habían inventado para aquellas mujeres consistía en recoger la nieve en barriles de arenques que luego eran imposibles de levantar.
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El 27 de marzo de 1953 llegó una amnistía generalizada y a Lina le rebajaron la condena de veinte a ocho años.
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El 30 de Junio de 1956 los hijos de Lina Sviatoslav y Oleg, recibieron un telegrama con las palabras “Salgo esta tarde, esperadme a las ocho treinta en la estación”.
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El encuentro estuvo cargado de emoción. Lina comenzó una nueva vida en la URSS, con la firma intención de marcharse en cuanto pudiera, pero no la dejaron hasta 1974, y se instaló en Londres.
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Serguéi había fallecido prematuramente por insuficiencia vascular mientrs Lina estaba en el gulag. Su internamiento fue paralelo a la caída en desgracia de la música de su marido, que también fue víctima de la arbitrariedad y paranoia del estalinismo, no sólo con las personas, sino con el arte. Él murió en 5 de marzo de 1953, el mismo día que se anunció el fallecimiento de Stalin. En la prensa no hubo ni un modesto titular el para genio de la música y todas las flores de la ciudad fueron para Stalin, y los familiares y amigos se vieron obligados a llevar al modesto funeral, las macetas de sus casas.
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Lina dedicó sus últimos años a ordenar, proteger y divulgar el legado de su marido, además de a defender su papel de viuda legítima. La herida del abandono nunca cicatrizó porque para ella fue un ultraje cinomprensible. Paradójicamente, solía hablar con rencor de la segunda mujer de su esposo, pero nunca del terror del gulag. Sólo en un estado semiinconsciente antes de morir, en Londres, creía ver a los carceleros que la habían torturado durante los interrogatorios. Tenía miedo de que los enfermeros la mataran y gritaba una y otr vez:”Soy inocente, soy inocente”.
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