miércoles, 16 de septiembre de 2009


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LA CABEZA DEL DIABLO
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En el isglo XIX Ricardo Sepúlveda narraba una leyenda sobre uno de los muchos túmulos de piedras que podían verse a orillas de los caminos, el de la "Cabeza del Diablo", situado en el camino que conduce a la ermita del Santuario de Misericordia, en Borja. Se localizaban en lugares donde se había producido una muerte trágica y el túmulo cubría el cadáver.
En tiempos históricos, los muertos bajo el cadáver reclamaban otros muertos y se les ofrendaban sacrificios. Además, se pensaba que en cada piedra del túmula había un espíritu y añadir una piedra era añadir otro espíritu. Así, los transeúntes, para evitar que los muertos les arrebatasen el suyo con alguna enfermedad, murmuraban una plegaria ante el túmulo y colocaban una piedra.
Las piedras amontonadas en los dólmenes de deben a la misma creencia. En la actualidad, cuando se entierran cadáveres en un hoyo, se arrojan formos de tierra; la tradición se amarra a la superstición de los orígenes.
Cada túmulo tiene su propia historia; los podemos encontrar por distintos lugares: en el camino que conduce a la ermita de la Virgen de Chalamera se halla "El Montón del Fraile"; en Castejón del Puente el de "El pollero"; en Labata, camino de la Virgen del Ríos, descansaba "El Molinero"; en otro túmulo están enterradas las famosas abuela de Adahuesca...
La leyenda de la CABEZA DEL DIABLO, se remonta a muchos años, cuando se construyó la ermita de Nuestra Señora de Misericordia. El diablo, vestido de labrador, salía al camino que conduce al santuario impidiendo el paso de los fieles que acudían a veneral a la Virgen. Hacíka volver a los sencilos campesinos y a las grupas que subían en romería. Sólo conseguían llegar los más valerosos, que armados de escopetas, hoces y uchillos, encontraban el camino libre.
El alcalde y el cura, hastiados de que los devotos no pudieran honrar a la Virgen, decidieron una noche armarse con una espada flamenca y con el hisopo, respectivamente, que ocultaron bajos sus ropajes, y fueron al encuentro del maligno.
Al llegar a la mitad del camino se presentó el diablo. El cura sacó el hisopo, el alcalde su espada. De las palabras pasaron a las manos y entre golpe de espada e hisopazo el diablo cayó a los pies de los contendientes. Entonces el señor alcalde cortó a cercén la cabeza del diablo y, con la ayuda del clérigo, la enterraron en un hoyo, lo cubrieron de piedras y al ir a hacer lo mismo con el cuerpo, éste había desaparecido.
También perdieron de vista la infernal testa, aunque entre los grandes pedruscos que la recubrieron podía percibirse un siniestro resplandor.
El alcalde y el curo no tardaron en regresar al pueblo para comunicar tan fausto suceso. Sonaron las campanas de la igledia, hubo fiesta y, desde aquel día, nadie de Borja ni de los pueblos vecinos dejó de acudir al punto donde estaba enterrada la CABEZA DEL DIABLO, para echar tres piedras del camino al montón, que en pocas semanas adquirió la altura de un cerro. Desde aquel día, jóvenes y ancianos, niñas y viejas, y todos los que pasan por aquel camino hacen un alto para echas las "tres piedras".
Los acontecimientos enlazan la leyenda en contexto de necesidad. Cuando se construyó el Santuario, el camino estaba como cuando Nogués relataba la histori, todo lleno de piedras y ante la falta de caudales en el Ayuntamiento para pagar jornales y despejar el acceso, el alcalde exprimió su agudeza y anunció a sus vecinos que cerda del santuario se halla enterrada LA CABEZA DEL DIABLO. En una semana, la devoción, la tradición o la preocupación, hizo más de lo que se hubiera hecho en dos años de trabajo.
El camino quedó limpio.
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