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FELIPE II tenía como lector a don Diego de Córdoba. Una noche le dijo:
-Córdoba, venid a leerme para que me duerma.
-Si, Majestad.
La lectura duró tres largas horas, y se lamentó el rey:
-Córdoba, no me duermo.
-Yo si, Majestad.
Cerró el libro, se levantó y salió de la real estancia.
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