lunes, 4 de mayo de 2009


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SER PIEDRA
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Ser piedra, eternidad. Eso desearia ser: fundirme en el granito, perpetuarme en una fachada de catedral, o terreón de castillo, o roca entre otras rocas, dormido en la montaña, vestido de musgo y nieve. Eso quisiera ser y no esa pobe carne que se va día a día, dejando sombras de recuerdos.
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De todas las cosas que me rodean nada es tan terrible como la piedra. Ved las altas montañas. Dentro de su esbeltez anida un cuerpo de piedra, sólida, firme, que la hace indestructible. La humildad de una casona, el puente por donde cruzan hombres, carros y animales es de piedra porque la piedra es signo de solidez. En los pueblos no faltan los edificios, los esbeltos palacios. Los siglos duermen en esa solidez altiva y por más que por la dureza de la piedra sonrían ángeles o den horror las almenas y los demonios de las gárgolas, piedra son y otros siglos seguirán contemplando el sol que las despierte.
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Y en tanto yo o tú o éste o aqué, que pasamos por la vida llenos de orgullo, sólo somos polvo, polvo risible, que se perderá en la nada. Ser piedra, estar ahí, en la gran tierra es algo importante. Nosotros no somos importantes. No importa que la piedra no tenga sentimientos, ni haga música con la erosión de los años. La dureza de su cuerpo, sus siglos y siglos de estar ahí, son aviso de su eternidad. Y ante este eternidad humillo mi pequeñez de hombre.
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No extrañes, no, que desee fundirme cn el granito. Si un hombre pudieses transformarse en piedra, tendría la eternidad asegurada. Pero somos tan poca coas, que todo el polvo de los muertos no serán nunca ni la roca más pequeña. Sería hermoso que mi cuerpo se transformase en piedra. Sería hermosos, como todo sueño imposible.
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JULIAN GUSTEMS
(Publicado en la Revista SIEMBRA
NÚM.27 DE 1.999)
BARCELONA
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