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El Palo del Moro
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En el término de Ricla se alza un gran monte situado entre la vega del río Jalón y el río Grío, se llama el Alguali. Su silueta sombrea el angosto valle de Almadek. Allí hay una preciosa fuente que da nombre a la partida. Juspeña, antaño muy frecuentada por sus aguas, frescas y muy apreciadas para la colada y para poner a remojo los garganzos. El agua abunda los años que la nieve cubre la sierra Vicort.
Durante los siglos de convivencia entre culturas, a esta fuente acudían moras y cristianas a lavar la ropa, y también los jóvenes para saciar su sed con tan deleciosas aguas. Su mágica influencia brotando de la tierra, estimuló galanterías entre jóvenes y avivó el fuego del amor.
En la comarca corría de boca en boca el nombre de un joven y apuesto moro con acreditada fama, conquistada en peligrosas empresas guerreras. Su fiereza y bravura en los combates contrastaba con el amor que procesaba a las hermosas cristianas. Se decía que estaba prendado de una noble, joven y agraciada cristiana, a la que requería amores sin cesar.
La doncella siempre esquivaba al impetuoso galán, pero un día que se hallaba en Juspeña, lavando la ropa en la fuente, se vió obligada a escuchar los galanteos del arrogante joven, armado con su inseparable lanza.
La hermosa cristiana, haciendo concebir alguna esperanza al valiente soldado, le prometió convertirse en su esposa y señora si era capaz de clavar su lanza en la hendidura que destacaba en lo más alto del acantilado que asoma al valle de Almadek.
Al día siguiente las gentes de la comarca pudieron contemplar el arma victoriosa clavada en la hendidura de la montaña, lanzando destellos su acerada punta herida por los rayos del sol que alumbraba el valle.
Dando muestra de su ferviente amor, en un alarde de arrojo y desafiando el peligro, el joven musulmán escaló el rocoso peñasco, pero al bajar, un mal paso le hizo caer junto a la acequia de Michén. Allí encontraron su cuerpo inerte, víctima del amor.
Se dice que el valle tomó su nombre y el denominado "Palo del Moro" pudo verse sobresaliendo hacia el abismo desde el acantilado hasta hace unos treinta años. Unos escaladores subieron y lo arrancaron; lo entregaron a una familia del pueblo, que lo guarda para mantener vivo el recuerdo de tan bonita leyenda.
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