sábado, 18 de septiembre de 2021

EXCURSIÓN DE PESADILLA.


Hacía más de un año, que no habíamos salido de viaje, ni hecho una excursión, ni salido de paseo por la montaña, la costa o el campo, y, aprovechando una celebración religiosa pidiendo el fin de la maldita pandemia en LA SAGRADA FAMILIA DE BARCELONA, allá que nos fuimos el tren. 


Al ir, cogimos el AVE y llegamos bien. Había una cola tan tremenda para entrar en el magnífico templo, que antes de tocarnos en turno, ya se había acabado la función, y cerraron las puertas, por lo que no pudimos entrar.


Se había hecho tan tarde, que hasta los restaurantes ya no servían comidas y nos tuvimos que conformar con un bocadillo de pan casi seco con un chorizo repletos de durezas, y, cansados de tanto mascar, la mitad la engulló una canasta de basura poblada de moscas, hormigas y pajaritos.


Por aprovechar el viaje, nos fuimos al Parque Güell y tenía tal cola a la espera que nos fuimos a la estación con la intención de sacar billete y volver para casa, hastiados, cansados de tanto estar de pie.


No había llegado nuestro turno, que se fue la luz general y la auxiliar no funcionó tampoco. Así que colocaron luces de gas en algunas esquinas, dejando la estación casi en penumbra. Se habían terminado los billetes del AVE, de los expresos y solo quedaban un par de correo, justo para nosotros. Mientras cansinos marchábamos en una extraña dirección que nos habían marcado, los de atrás armaron un barullo tremendo por quedarse sin billetes.


No funcionaban los ascensores, ni las escaleras mecánicas, así que bajamos por unas escaleras antiguas, con barandas de forja a ambos lados, con un fondo sin luz, endiabladamente oscura.


Solo en las esquinas, habían colgado candiles, y tras varios giros vimos al fondo una vía estrecha.


Esperamos un rato y no vino nadie más. Solos los dos, sin megafonía, en sepulcral silencio estuvimos un buen rato esperando. Y nada. Así que, a lo largo de la vía, hacia la derecha caminamos hasta llegar a una columna, tras la que, sentados en el suelo, había una pareja sin moverse y en completo silencio.


Les preguntamos: ¿Por aquí pasa el tren para Gerona?


Nos miraron extrañados y se echaron a reír a carcajadas. Pero ni contestaron. Temiendo fueran malas personas, optamos en caminar junto a la vía en dirección contraria. Y tras otra columna, lo mismo: una pareja en el suelo, compartía un porro.


Y les preguntamos: ¿Por aquí pasa el tren para Gerona?


Después de hacerlo varias veces, nos miraron, se señalaron a si mismo como diciendo “¿es a mí?” Les afirmamos con la cabeza y se echaron a reír como condenados, sin molestarse en contestar.


-Esto no hay quién lo aguante. Volvamos arriba.-Dijo mi marido. Y nos encaminamos a una estrecha escalera con barandas antiguas, que se balanceaban.


Pero aquella maldita escalera no nos condujo arriba, sino al otro lado de la vía, más oscura todavía.


Volvimos a subir la misma escalera pero como continuaba en llano en otra dirección, en lugar de bajar, seguimos.


Recovecos. Giros. Recodos. Con un candil en cada esquina, teníamos que mirar al suelo con una mano en la frente para no deslumbrarnos y ver un poco. 



En un lateral, habían unos lavabos semi abiertos y entramos los dos. Pero sin hacer uso de ellos, salimos después de pisar montones de papel higiénico cubriendo la abundante humedad del suelo, donde se paseaban en silencio ratas y cucarachas.



Lo que más nos sorprendía, sin embargo, no era la oscuridad, sino el silencio, el sentirnos solos, en no volver a encontrar la vía. El que no hubieran indicaciones ni señalización alguna. Ni flechas. Nada. Nos habíamos metido en una ratonera. O en el mismísimo infierno.


Sir darnos cuenta, en un recodo, giré para un lado y él para otro. Fue el colmo del miedo cuando me di cuenta e intenté gritar con todas mis fuerzas: 


¡Pepeeeeeeee… dónde estás?


Pero no me salió la voz. Me había quedado muda del susto.


De pronto, mi cuerpo se zarandeó, sentí que estaba recostada en una cama y mi brazo rozó con otro brazo. 


¡Con qué alivio desperté! Pero de buena gana le habría dado un pellizco por dejarme sola.


*

6 comentarios:

  1. Un buen relato, hay sueños que parecen reales. Abrazos

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    1. Y que lo digas. Son pocas veces las que recuerdo mis sueños -o pesadillas- pero algunas veces, casi me hacen saltar de la cama. O por cómicos. O por tétricos. Es curioso.

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  2. Leyéndote, me has recordado aquel de explicar miles de penalidades al haberse quedado sin trabajo, le preguntaron:
    ¿Y no tienes nada a la vista?, respondió:
    .- ¿Qué quieres, que tambien tenga los ojos malos?

    Ahora en serio, me ha gustado tu relato pleno de suspenso.
    Saludos.

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  3. A veces los problemas se agolpan como confabulados, pero no queda otra que sortearlos y seguir a delante. Otra vez será.
    Un abrazo.

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  4. Eso de OTRA VEZ SERÁ, no sé a qué viene. Pero agradezco igual tu comentario. Demuestra que te paseas por el rincón y como por facebok ya no se te ve como antes, te lo agradezco infinito. Que os vaya bien.

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