lunes, 15 de marzo de 2021

(Poetas amigos)

*

Pasando el plumero sobre los muchos libros de poesía dedicados que reposan en las estanterías de mi habitación, he rozado los este insigne autor de Portugalete, que tuve la dicha de conocer en vida, personalmente y a través de una más o menos fluida correspondencia. 
Entre los muchos poetas que he llegado a conocer, tal vez sea este Abogado, el más prolífico de todos, con más de 150 obras, aunque no todas sean de poesía. Serio y crítico, pero socarrón y bromista. Adusto pero simpático. Leal con los amigos. Exigente consigo mismo y con los demás. Inolvidable siempre. Sencillo en el vestir, siempre cómodo, sin exigencias. Mirada escudriñadora pero limpia. 
Nació en 1932 y falleció en 2005. ¡Cómo pasa el tiempo! Y parece que fue ayer cuando fuimos tres los que nos encontramos en Sevilla, Canal Sur,  para apoyar una denuncia de estafa, plagio y amenazas de muerte de otro amigo poeta que no se presentó al programa, dándonos el sonado plantón a los tres leales que habíamos acudido de entre los doce invitados a aquel programa-denuncia. 
Si el presentador, y la directadora andaban a la búsqueda del denunciante, enfadados por el desplante, tu estabas más furibundo todavía. María Dolores Fernández Villamarciel y yo, estábamos más serenas. 
Y aquel programa, tan exitoso entonces en Sevilla, pudiendo ser nuestra participación un magnífico programa, quedó casi en agua de borrajas. Más mosqueado que un mico, te volviste enseguida a tu tierra, Dolores marchó a su casa, puesto que residía ya en Sevilla, y yo estuve hasta el día siguiente, domingo, fuí a misa a la catedral, y recorrí aquellas callejuelas, sola, recordando nuestro viaje de novios. Mi marido se había quedado en casa con los hijos adolescentes entonces. Y yo, por primera vez en mi vida, había viajado sola.
Desde entonces, nuestra amistad se hizo más fuerte, tal vez para compensar el rompimiento con aquel poeta que nos metió en aquel berenjenal, dejándonos plantados ante una directora enojada y un presentador que casi pasó de nosotros tres, como si fuéramos culpables de escuajiringarle el programa. 
Recuerdo que cuando llegué al hotel, estabas solo, sentado en una mesa de dos, y al preguntarte: ¿Mario Ángel Marrodán?, me digiste: "¿Yo...? No."  Pero tus chispeantes ojos decían lo contrario. Y me eché a reír. Separaste la silla para que me sentara a tu lado y no paramos de hablar hasta que nos vinieron a buscar para la grabación . 

Trajeado y con corbata, pero con sandalias sin calcetines, tenías una pinta más de pintor que de poeta. Fuiste entrañable. No te olvidaré, amigo. 

*


2 comentarios:

  1. Preciosa reseña de un encuentro que quedó en chasco para el programa de televisión, pero no así para ti y tan bello recuerdo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar