(ABC libros, Cuentos de Angalu)*
En la primavera de 2015, en el libro-revista MISCELÁNEA LITERARIA, salió publicado un capítulo de mi novela CUENTOS ENCADENADOS - UN MUNDO ENTRE GERANIOS, titulado:LA PRIMERA VÍCTIMA, que hoy os copio aquí como pequeño obsequio de esta Navidad que se acerca. Espero que os haga pensar y que os guste. Y que de ser así, me enviéis un pequeño comentario. Gracias.
LA PRIMERA VÍCTIMA
Geranios aparte, hay tardes que saben a violetas. La luz, el cielo, las flores, y hasta la hierba de los campos son tan humildes ante nuestras ansias humanas de renacer tras el frío del invierno, que me recuerda esa flor. Es un extraño sentimiento pintado de color. O una travesura pictórica. Al azul un poco de rojo. Al rojo mucho azul. Al verde ligeros reflejos. Y así, hasta el infinito. O hasta cansarse.
Desde este rincón de siempre, me dispongo con buen humor a seguir el consejo de nuestra vecina: repasar mis experiencias , dejar que la imaginación vuele sin importarle fronteras inútiles , y escribir luego, sin prisas, cuanto me plazca.
¡Ya vendrá el día del repaso! Y si alguna vez alguien se atreve a publicar mis cosas… me demostrará que al menos sirvo para algo. Y si no es así, habré pasado el rato distraída. De alguna forma he de evadirme.
Ayer, mi sobrino, -el mismo que tuvo aquel sueño de SINFONÍA A BORDO DE UNA BATUTA- me trajo un ramo de olorosas violetas, rodeadas con una puntilla de papel blanco y un lazo de color rosa pálido. Es como un pequeño sol en mi vida.
Tan vez por eso, esta tarde lo veo todo a través de ese color. Como una proyección más allá de esta estancia.Como si todas las florecitas salieran volando a teñir el paisaje.
Está todo en calma. Solo los pájaros rompen el silencio hasta dejarlo hecho añicos.
Así que dejando caer la vista sobre el suelo de la calle, la dejo viajar hasta la línea del horizonte, buscando algo en que poner a trabajar el pensamiento, cual si fuera la más sutil herramienta.
Pronto brinca algo como una mosca pequeñita que se va acrecentando hasta zumbar como un abejorro y cojo papel y bolígrafo.
Y aquí está. Sin saber por qué. Como una jugarreta de la imaginación mezclada con el pensamiento.
La primera vez que se cruzó con ella en la playa, hacía tiempo que no recibía las caricias de una mujer. Curtido de odio y de sol y de todo cuanto puede endurecer un hombre y cubrirlo de vileza, navegando a la deriva entre el honor y la deshonra, la vio como una diosa romana sobre el extraño pedestal de arena que una niña de corta edad edificara con sus manos. Viuda. Hermosa. Joven. Madre. Dulce. Cándida. Así la vio. Y así resultó ser.
La pequeña, con sus inocentes travesuras fue la culpable de su acercamiento. Varias veces remojó su espalda cuando, caliente al sol, sombreaba el libro que estaba leyendo, disimuladas instrucciones marcadas en la novela que una vez aprendidas debía destruir.
Cuando ella se cruzó en su áspero camino, ya actuaba como un robot, sin atreverse a pensar por su cuenta ni a dudar de las órdenes recibidas. Fue como un inesperado rayo verde para su esperanza marchita. No le valió el resorte interno que normalmente le avisaba de cualquier peligro. Se enamoró ciega y tiernamente como un niño.
Cada día al anochecer, cuando la niña dormía en la antigua terraza de la casa de pescadores, donde ellas pasaban cada año sus vacaciones, apaciguaban su pasión recién nacida con tiernos besos, mientras el mar, viejo y lleno de experiencia, les susurraba tranquilidad con su ejemplo. Y con tal de evitar caer en la normal tentación, interrumpían las caricias para hablar de sueños lejanos, de ideales…
Todo fue bien, hasta que el recibió el primer aviso y dejó de verla unos días. Pero volvió.
-¿Cuál es tu profesión? ¿Escritor? ¿Artista?
Decir la verdad no podía. Arriesgaba mucho. Sabía mentir pero se limitó a sonreír.
-¿Escritor?…¿Artista? …¡Dímelo!
Tras sonreír, la besaba para eludir la respuesta. Y ella le creyó artista. A él: hombre vil, embrutecido por su propia circunstancia. Incapaz de sutilezas, aunque con ella se comportara de forma tan distinta.
También tuvo sus sueño de niño. Sus ilusiones. Porque era casi un niño cuando se afilió con ardor a la empresa, superando todas las pruebas.
Su fe fue absoluta. Durante años desbordó su odio aparentemente justificado con el más ciego fanatismo. Truncó su fe en Dios por la fe -siempre imprescindible- en su dura tarea.
Y llegó a sentirse un héroe cada vez que gracias a su gestión triunfaba su grupo. Había renunciado al amor y al sexo por evitar riesgos. Jamás miró como a mujeres a sus camaradas. Y ahora, tontamente, se había enamorado de un alma cándida y dulce.
Recibió el segundo aviso el mismo día que ella, con un simple comentario, le demostró su repulsa hacia todo cuanto él representaba. Desde entonces, a través de un nuevo resquicio, la luz penetró en su cerebro y no le gustó lo que vio escrito en él. Una simple frase, como marca de res al fuego, imperecedera y abrasante , pero suavemente pintada con el terciopelo de unos labios de mujer. De ella: “Su primera víctima es él mismo”.
No podía traicionar la confianza de sus camaradas, a los que sin duda amaba. No soportaría morir como un traidor a sus manos, quedando bautizado para siempre ante ella como un terrorista más.
“Su primera víctima es él mismo”…esa frase retumbaba en sus oídos una y otra vez. Y sí, su primera víctima había sido él mismo, destruyéndose, aplastando el alma dentro de su propio cuerpo, como si no existiera, como si huyera asustada ante la capacidad de odio del cuerpo que la contenía.
Hacía ya tiempo que la lucha continuaba sin saber por qué. Sin poder volver atrás. Sin cabida posible a la rectificación. Dudando de todo. Sin poder confiar sus dudas a sus propios amigos. Engullendo los sentimientos como quien engulle una amarga medicina.
Ella y su hija se marcharon. Jamás supo… le creyó un artista. Tal vez un artista voluble que se olvidó de ella.
No le importaba ya eso. Tan solo teme, que cualquier día vea su fotografía en la prensa con otro nombre, que sufra al enterarse de lo que es en realidad. Daría su vida con tal de evitarle ese sufrimiento.
Mientras sus destinos se alejan cada día más, el seguirá cumpliendo órdenes. Matando cuando sea preciso: a quemarropa, por la espalda, a viejos, jóvenes y niños.
¿Y qué importa ya,…si es… si fue… su propia y primera víctima?
Hay tardes de primavera que comienzan sabiendo a violetas y terminan grises. Sin saber poR qué. Como una tétrica jugarreta de la imaginación. O como un viaje involuntario del pensamiento, saturado ya de tanta noticia violenta.
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Ángeles Garrido Luna
Capítulo del libro:
CUENTOS ENCADENADOS-UN MUNDO ENTRE GERANIOS.
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