miércoles, 30 de agosto de 2017

(Chispas para pensar)
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Entre la niebla de mi memoria permanece todavía visible aquella frase que repetía mi madre: 
"De músico, médico, poeta y loco, todos tenemos un poco"
Frase que por desconocer su autor, cada cual adapta a su libre albedrío. Y así, unos suprimen la palabra músico, otros médico, otros poeta y otros loco.
A mi me gusta con todas ellas, porque en cierto modo, todas son ciertas. 
Ya desde niños, ¿quién no ha intentado componer una canción, aún teniendo la voz de cencerro o de pito?
Y ¿quien no ha contado maravillas de un medicamento a cualquier compadre en la misma situación? 
Y ¿quién no ha compuesto alguna vez un poema? Sea por imposición de un profesor de Literatura o por agradar a alguien. Sea un churro o un soneto casi perfecto. 
Y locos, ¡ay! hasta al más sereno de los cuerdos, se le ha ido más de una vez la olla. Y ya no digamos hoy en día, que parece un virus contagioso del que hay que prevenirse con denuedo para escapar a semejante epidemia. Y si no os gusta la definición de virus y preferís la de tuerca o tornillo, hasta las aceras están llenas de ellos. Si aceptamos esta última comparación, parece menos peligrosa, pero ¡ojo! que al menor descuido podemos tropezar con ellos y estampar nuestra nariz contra el suelo, quedándonos tan chatos, que por los agujeros asomen hasta las malas ideas que tenemos.
Sospecho que al llegar aquí ya estaréis pensando: " ¡Pues vaya con la chispa para pensar, si ya parece un testamento!"
Y no os faltará razón. Es uno de mis minis testamentos. Como testamentos son los poemas que escribimos todos los poetas, incluidos los más grandes de la Historia, hasta los pequeños como yo.
Esa niebla que trato de despejar aquí, viene a cuento, de que estoy recopilando en una Antologia, aquellos poemas de más enjundia, más polémica, más curiosidades, más profundidad o más historia, han representado o reportado a mi vida. Como he soportado situaciones que hoy no soportaría, personas que hoy a la más mínima habría mandado al carajo y que entonces no osé hacerlo, y un sinfín de despropósitos ajenos humillantes y ofensivos... estoy tratando de suavizarlos al máximo, para que no parezca una venganza -que no lo es- y me entreno haciendo comentarios por este blog y por facebook. 
Cuando este año termine y se alejen las maldiciones y tropiezos que no nos han permitido celebrar nuestras bodas de oro, que nos han chafado las vacaciones y que nos están haciendo sufrir, no sé si primero publicaré el libro mencionado, otro de poesía entre los más de 10 preparados, o uno de los tres de cuentos previstos, o una de las dos novelas ya depositadas en el Registro de la Propiedad Intelectual.
Esperaré para ver por donde sopla el viento. Y, de vez en cuando, iré editando aquí, algún cuento o algún poema. 
Y, ahora sí, doy por terminada esta CHISPA O TESTAMENTO.
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martes, 29 de agosto de 2017

(Chispas para pensar)
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1) Las rapaces vuelan más alto que los pájaros.

2) ¿Cuántos placebos nos ofrecen los políticos como medicinas y son solo agua?

3) ¿Hasta que punto es nefasta o positiva la autosugestión? Por decirnos 1000 veces que no tenemos calor... ¿éste desaparecerá?... Por decir hasta la saciedad que NO TENEMOS MIEDO... ¿No lo tendremos realmente?

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domingo, 27 de agosto de 2017

(Mensajes y opiniones)
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Me ha sorprendido hoy, recibir en mi correo el comentario de un amigo sobre el libro dedicado a mi tío Rafael. Para quienes los habéis ya leído y para los que no, lo edito aquí, por si estimáis oportuno hacer un comentario.
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¡Feliz domingo!
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Ángeles GARRIDO LUNA  “¿Qué fue de Rafael?”
Ed. Cardeñoso, Vigo, España, Abril 2013.

Difícil es encuadrar esta obra, que fluctúa permanente y armónicamente entre la crónica, la memoria autobiográfica y el relato costumbrista, sobre un imperceptible sustrato de tragedia clásica.

Cuenta con una Introducción, una referencia cronológica, el cuerpo de la obra –no dividida en capítulos- y una breve exposición denominada Epílogos y Puertas.

Hay dos protagonistas principales. Uno, la autora, en primera persona. Otro, ausente y a la vez con permanente presencia, Rafael Luna Crevillén, su tío, desaparecido en la guerra civil española, a quien conoce únicamente por relatos de su madre y su abuela, objeto de su búsqueda denodada, a través de cuantiosa bibliografía –mencionada al final–, fuentes informáticas e innumerables archivos civiles y militares abiertos a la memoria. En torno a ellos desfilan familiares entrañables, amigos y variados cooperadores en la búsqueda.

La obra podría dividirse en tres secciones, de acuerdo a lo principalmente tratado en cada una de ellas, aunque los rasgos distintivos de cada una están también en menor medida en las otras. La primera, la descripción tierna y colorida de la España de su infancia, entre su pueblo natal en Murcia  y su localización desde la adolescencia, en Girona. En esos lugares, vivió Rafael, el joven violinista recordado por su familia, y en su casa natal lo vieron por última vez en un permiso para reponerse de sus heridas de guerra.

Luego comienza un minucioso relato de la investigación que la autora se impone para dar con el paradero de su tío, que ni siquiera se sabe si está vivo o si ha caído en la retirada de las tropas republicanas hacia la frontera francesa. La forma es la de la transcripción de los múltiples e-mail librados y recibidos en pos de tal objetivo y la síntesis de lecturas y entrevistas realizadas para ello, fecha por fecha, durante los casi cuatro años de trabajo. Los datos militares, una y mil veces repasados, reencontrados, modificados, son complejos, farragosos, y su exposición podría haber resultado poco menos que indigerible sin la permanente presencia de anécdotas trágicas, tiernas y aún picarescas que permanentemente intercala la autora con su buen decir. He ahí la magia de la buena escritora. Con ella recorremos, con su esposo, la maravillosa ciudad de Ávila por las tardes, mientras que a la mañana nos sume en los archivos militares. Con ella celebramos Navidad hasta el detalle, rodeada de sus nietas, en un paréntesis de su investigación, o padecemos el calor o sufrimos el frío, ya en Girona, ya en su natal Archena, desconocida, debido a las nuevas construcciones en las que se sumieron las huertas y los lugares naturales de su infancia. Y todo ello, lugares, paisajes, se nos hacen vivos, aún cuando jamás los hayamos pisado o, como en mi caso, a más de diez mil kilómetros de allí, desconozcamos hasta su ubicación si no es con la ayuda de un mapa.

El último tramo es el desarrollo cronológico de los hechos que pudo haber vivido Rafael, en la descripción ajustada a sus fuentes del desarrollo de la guerra. Anécdotas dolorosas leídas, episodios jocosos en medio del drama, combates en terrenos que uno va aprendiendo a reconocer… y los últimos desplazamientos, derrotados, hacia Andorra, hacia la frontera francesa.

Al principio de la obra  hay una referencia a la fecha de nacimiento de Rafael que marca un sino de guerra, que a lo largo de la obra se desenvuelve hasta que al romántico joven que construía sus propios violines lo sentimos, como un héroe mitológico, sumido en un misterio de ametralladoras, llevado por la fatalidad. A su lado la memoria de su madre, fuerte en su resignación, y la maldición a la guerra por su hermana, madre de la autora. No sé qué hay de una epopeya homérica en esas páginas, recalcada en los epílogos finales. 

Y es que, como en aquel primer poeta, la descripción es igualmente crítica a ambos bandos beligerantes y a los relatos parciales de unos y otros, que “arriman brasa para su sardina” (sic), procurando evitar el odio, en aras de un futuro en el que no se repita la devastación de enfrentamientos entre compatriotas.

Ángeles Garrido Luna, a quien conocemos por sus cuentos, sus relatos de infancia y sus poesías, se nos revela una investigadora tenaz y objetiva y una escritora capaz de mirar el drama desde la universalidad del auténtico literato.

Jorge Luis DUPUY
La Plata, Argentina

26 de agosto de 2017

sábado, 26 de agosto de 2017



(Poetas amigos)
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TUVE CONCIENCIA
*
Tuve conciencia de la palabra siempre,
cuando pasaron tres meses
de aquel primer contrato de juventud
y me dijeron:“Ya es para siempre”
y me sonó a distancia inalcanzable
que imaginaba en vecindad con la muerte.

Tuve inconsciencia de la palabra eternidad
cuando me enamoré
y hasta se achataron los polos de la Tierra
al prometer amor eterno,
que a día de hoy sigo cumpliendo fielmente.

Tuve conciencia, llegado a mayor, de mi presente,
de lo muy limitado que soy,
de que es más grande la distancia
entre el hoy y mi nacimiento
que el tiempo que me dista hasta la muerte.

Y tengo un resquicio de esperanza
de que otro remansado modo de vivir
me acunará con mimo eternamente.
*
Francisco Espada
*

jueves, 24 de agosto de 2017




(Poemas de Angalu)
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EL MONTAÑERO CONSCIENTE

Buscando la soledad
lejos del mundanal ruido
el montañero consciente
prepara su mochila.
Junto a prendas de interior
para absorber sus sudores
colchoneta y capelina
ligeras de peso,
su saco de dormir,
su calzado de repuesto,
sus camisetas,
sus pantalones cortos,
sus pañuelos de papel,
sus bolsitas para escombros,
y todo un conjunto de enseres
precisos para su supervivencia.
Piensa. medita, repasa,
para que nada se le olvide.
No precipita su camino,
consulta sus mapas.
Y si en la ruta
sospecha precipicios,
pantanos, tierras movedizas,
las señala en rojo
como posible peligro.
Nada deja al azar
aunque anhele aventuras
porque ama la vida.
Si en el camino
le salen al paso
osos o serpientes
lleva lo preciso
para defenderse.
También repelente
anti mosquitos.
Linternas para ver
cuando el sol se oculta.
Marchará a su paso
sin que nadie le obligue
a correr o pararse.
No escuchará la radio.
Está harto de noticias.
Escuchará a los pájaros
cuando anuncian el día
o el atardecer.
Escuchará su propio pensamiento
sin que nadie le interrumpa.
Aspirará el aire puro,
el calor y el frío,
sin abanico o estufa.
Mirará las estrellas
si las nubes se apartan,
dejando que su mirada
penetre el infinito
hasta donde alcance.
Y si le queda tiempo
pensará sin enojo
en lo que dejó atrás.

Ángeles Garrido Luna
ANGALU
*

WILD BRASIL JOYAS DE LA JUNGLA DOCUMENTAL

miércoles, 23 de agosto de 2017

(Me hace feliz)
*
ME HACE FELIZ
sentir la brisa del mar de frente
sin despeinarme,
acariciándome,
dejando atrás la humedad salobre
mientras cierro los ojos
y dejo que mi pensamiento se esparza
cual si volara
hacia arriba
diluyéndose en la lejana nada.
*
(Me hace feliz)
*
ME HACE FELIZ
aspirar el tenue aroma de la tierra 
caliente recién mojada por la mansa lluvia, 
dejar que empape mis sentidos, 
me lleguen al alma, 
y, acariciándola, 
la sumerjan en una paz inmensa.
Y que el cuerpo
casi inerte
la acompañe sin remedio.
*

lunes, 21 de agosto de 2017






(Chispas para pensar)
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Una chispa vieja, sin duda, pero que está de rabiosa actualidad. ¿O nó?
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Dos aldeanos van de camino. Uno de ellos lleva del ronzal una vaca. Junto a una charca encuentran un sapo, que produce en el de la vaca un gesto de repugnancia. El compañero defiende que un sapo no es peor que cualquier otro animal que nos comamos, lo que incita al primero a retarlo: 
-Te doy la vaca si eres capaz de comerte el sapo. 
La codicia y el amor propio fuerzan al aldeano a coger el sapo y comérselo, cerrando los ojos de asco y conteniendo las náuseas. 
Entonces el otro, incrédulo ante el hecho y viendo que podría acabar perdiendo su vaca, le propone: 
-¿Me devuelves la vaca si soy capaz de comerme el medio sapo que te queda? 
El comedor de sapos ve un modo inmediato de librarse del tormento y alarga el pedazo de sapo que le queda a su compadre, quien cierra los ojos y se lo traga. Siguen su camino silencioso. Al cabo de un rato se paran. Se miran frente a frente y se preguntan, estupefactos: 
-¿Y por qué nos habremos comido un sapo?.
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viernes, 18 de agosto de 2017

(Acueductoazul, mensajes y opiniones)
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17 Agosto 2017
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Hoy toca silencio. 
Hoy toca rezar. 
Hoy toca llorar.
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La rabia me puede.
La sin razón me espanta.
La política me ofende.
¡Estoy ya muy harta!
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Estuvimos en Barcelona la semana pasada, y para toda la Estación de Sants, sólo habían dos guardas de seguridad de una empresa privada. ¡Dos para toda la planta de despacho de billetes, tiendas, restaurantes, bares y salas de espera. En los andenes nada. ¡Nada! ¡Solo dos para vigilar miles de personas en constante trasiego! Y comenté con mi marido: Estamos en alerta 4 por terrorismo desde hace más de dos años y aquí ¡como si no pasara nada! ¡Mientras, en el aeropuerto la que tenían armada con las huelgas!
Y ayer, 17 de Agosto de 2017,  un ataque que pudo evitarse. Estaban avisados por la Cía Americana que se estaba tramando un ataque en Las Ramblas de Barcelona. Y no hicieron ni caso. La Alerta 4 se la pasaban por el forro. "Barcelona es una ciudad de paz que acoge a todo el mundo" sigue diciendo la que continuamente se "cuela"... haciendo honor a su apellido con guasa, que en este caso sobra. Nos engañaron diciendo que la explosión del día anterior -afortunada y casual- era asunto de drogas. Pero yo comenté con mi marido estupefacta de tanta estupidez: ¿Tantas bombonas de butano, para preparar drogas? ¿Nos toman por imbéciles? 
Encima no puedo manifestarme por facebok, aunque ayer pude entrar unos minutos, hoy me han bloqueado de nuevo. ¿Quién? ¡NO LO SÉ NI ME IMPORTA! Lo siento por todos los contactos con amigos -de todas la tendencias- con los que me une un verdadero afecto, aunque pensemos diferente. Pero si esto sigue así, lo borraré todo en cuanto tenga ocasión y mandaré FACEBOOK definitivamente a la porra.
Hoy tenemos que volver a Barcelona. ¡A ver qué diferencias encuentro con la semana pasada! No vamos por placer. Es la segunda visita post operatoria de mi hijo por desprendimiento de retina.  Así que tenemos que ir por necesidad. 
Espero que mañana, dimitan o los hagan dimitir, a todos esos necios que no mantenían en Cataluña la alerta 4 porque no les salía de las narices. Porque no tienen materia gris, sino serrín, ceguera, estupidez, necedad, inoportunidad, ambición desmedida de poder... 
Amigo que estás leyendo esto, compártelo por favor en tu muro de facebook y envíalo a tus contactos.
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lunes, 14 de agosto de 2017

(Pájaros sueltos)
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Yo no estudio para saber más, sino para ignorar menos.
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
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(Pájaros sueltos)
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Una Biblioteca es un lugar donde se puede perder la inocencia sin perder la virginidad.
GERMAINE GREER.
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(Jarabe de humor)
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Busco hombre de buena ortografía para tener una intensa relación textual.
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Francisco Espada, 

el poeta bloguero más constante
El autor malagueño ha publicado diez poemarios, 
uno de ellos colgado íntegramente en su blog


Francisco Espada Villarrubia
Villarrubia nació en Ojén (Málaga) a la 
sombra alargada de la postguerra, 
y reside actualmente 
en Sevilla. 
En los 70 fue contertulio en un café de Madrid, 
y publicó poemas y cuentos en volúmenes 
colectivos de la Colección Peliart. Aunque no 
dejó de escribir sin publicar y perder la mayoría 
de los textos escritos, dejó de estar vinculado 
con los movimientos literarios. Tras la jubilación, 
en 2009 inició una diligente actividad bloguera 
que mantiene en la actualidad, donde ha 
publicado la mayoría de los poemas que 
conserva y los que sigue escribiendo.

En los comienzos de su blog iba de un 
género a otro, atendiendo las pulsiones de su 
espíritu; más tarde se centró en la poesía y 
cuenta con diez poemarios, uno colgado ya 
en su blog en formato pdf, a libre disposición, 
al que le seguirán el resto.

Espada Villarrubia es miembro de la 
Unión Nacional de Escritores de España.

( Y un simpático amigo con "chispa" seguidor de este 
blog, y de facebook aunque ahora, me vea excluida de
esa puerta porque alguien se ha empeñado en arrojarme 
por la ventana.)

(Pestaña: ARTÍCULOS INTERESANTES)

domingo, 13 de agosto de 2017

(Cuentos de Angalu)
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SINFONÍA A BORDO DE UNA BATUTA
(Capítulo o cuento núm. 7 
de “Cuentos encadenados - Un mundo entre geranios)
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(Lo transmito aquí por deferencia hacia Francisco Espada y a todos los seguidores de este blog, amigos de los cuentos y la música, que no es lo mismo que ser melómano o cuentista.)
*
Aquel día, Carlos amaneció con mala leche. Las nubes blanco-gris-azul plomo, desmelenadas, con la enmarañada cabellera sin peinar, despertaron como él: con un humor de perros rabiosos. Con rayos y centellas. Como si sus trece años recién estrenados le pesaran unas veces y otras fueran pocos. Como si un pié quisiera correr y el otro quedarse quieto. Con un embriagado afán de llevar la contraria, que ya durante el desayuno le enfrentó con Mary, la “pánfila” asistenta, con Pili, su “tonta, pija y única hermana”, y con papá y mamá. O sea: con todos los habitantes de la casa. Conmigo no, porque resido arriba y bajo pocas veces.

Luego se arrepentiría, como casi siempre, pero ya sin remedio, ya que todos los tacos y berridos se habían disuelto en el aire, contagiando su malhumor a todo bicho viviente, incluyendo moscas, mosquitos y cualquier carcoma despistada.

Si todo se contamina con la mala uva, tal vez una parte de aquellos arañazos que mostraban las nubes fueran su culpa, y los truenos su voz.

Salió de la casa camino del colegio perseguido por la puerta que se estrelló con tal furia, que hizo saltar el cuadro de Pili. Lo supo enseguida por los gritos de su hermana: -”Salvaje. Bestia. Bruto. Me pagarás el arreglo con tus ahorros” 
-”¡La muy tonta!...total ¿para qué?... para cubrir esa mierda de paisaje, que más que pintado con su mano derecha parece pintado con su pata izquierda. Si le pago algo será una gruesa tela negra para cubrirlo del todo y que no se vea. Brrr...¡qué tontas son las chicas!”

Y en el colegio ocurrió otro tanto. Al entrar en desordenado pelotón en clase, todos descubrieron un dibujo en la pizarra, sacándole a la maestra los ojos de sus órbitas normales. Las dos cruces gamadas que “el bizco” y él habían dibujado con la intención de hacer rabiar a la profesora de matemáticas, -encarnizada anti nazi- alguien desconocido las había transformado. No eran ya simples palotes formando cruces con los brazos quebrados, si no un hombre y una mujer con sus atributos añadidos al original, la cabeza como un sol infantil encima, sonriendo, resultando un dibujo esperpéntico.

Aunque al principio se le escapó una risa guasona, luego sintió enrojecer hasta las orejas, al darse cuenta que la profesora le estaba observando.

Le echaron de la clase. Nadie se confesó culpable y eso le ocasionó otro berrinche, que desahogó dando puñetazos a las paredes.

A la hora del recreo vino el simbólico castigo, que afortunadamente no pasó de ser simbólico: escribir hasta llenar la pizarra, repitiendo la frase: “A partir de hoy tendré más respeto a mi profesora, a mis compañeros y a mi mismo” y que al principio escribió una, añadiendo toda la pizarra de comillas, pero luego se lo pensó mejor, las borró todas y pacienzudamente escribió las frases con letra pequeña, apretada para contrarrestar su primer impulso y no le cayera un castigo adicional.

Lo que más le dolió es perderse el recreo y no poder dar unos puñetazos al bizco y a los que transformaron el dibujo.

Así llegó a casa hecho furia-rayo-tormenta, todo a un tiempo. Menos mal que todos estaban fuera en ese momento. Así que decidió desahogar su rabia dando portazos y tirando cojines -”esas idioteces caseras”-  por el suelo.

Como seguía igual o peor, violó el despacho de papá revolviendo todo lo revolvible  a su alcance hasta que dio con su caja de puros habanos. Cogió la radio antigua que tanto mimaba su progenitor. Se sentó en el sillón con las patas sobre la mesa. Ojeó el libro que se hallaba ante su olfato con aroma a rollo y emulando al dueño con gran derroche de guasa, encendió el puro, sintonizó una emisora con música clásica y se dispuso a leer.

Ante semejante tostón, recordó las melómanas lecciones de su padre: -”Cierra los ojos. Imagina que vuelas. Sentirás una sensación...

Pero ¿cómo iba a leer si cerraba los ojos? Y ¿cómo iba echar la ceniza del puro en su sitio si no veía?

Así que optó por hacerlo a la inversa: leer, fumar e imaginar que cerraba los ojos y alzaba el vuelo.

Diciembre de 1945.

Berlín despedía el año con hedor a vómito de guerra.

Almas de muertos y vivos vagaban confundidas, huyendo de sus cuerpos con un sentimiento de vergüenza o de culpa, mientras ellos -los vivos- se movían de acá para allá con gestos precisos. Con mecanismo mágico, por moverse, por hacer algo, buscando en el trabajo todo el honor perdido. Desahogando con golpes certeros de diestra y siniestra, las vejaciones sufridas antes y después de la gran tragedia.

Piedra a piedra, paso a paso, comenzaban cada día de nuevo, la dura tarea de la reconstrucción. Y al remover las ruinas tratando de encontrar lo poco o mucho de valor sepultado, surgían punzantes los recuerdos.

El viento, sátiro y macabro, se paseaba con descaro derribando cuanto escombro en equilibrio hallaba a su paso.

Y en una amplia calle, tal vez avenida, un viejo teatro permanecía sin fachada y sin cabeza, con las cortinas raídas y mugrientas, y el telón y las butacas a medias, tambaleándose, esperando que alguien con un resquicio de esperanza se compadeciera.

Todo el que pasaba no podía evitar mirarlo con tristeza. Pero al llegar al final de la calle, borraban su imagen con tristezas más tristes todavía.

Y se quedaba solo, abierto de par en par a las inclemencias del tiempo y las esporádicas miradas. Rodeado de ruinas, polvo y miseria, que la nieve, compasiva, cubría de vez en cuando.

Se acercaba Navidad y había que celebrarla, aunque en el árbol solo se pudieran colgar piedras pintadas de fantasía. Aunque en gran parte de los hogares improvisados aún, entre los despojos de lo que fue una gran ciudad, desde los últimos bombardeos de Abril, precintaran tristes bandas negras las esquinas de alguna que otra fotografía. Aún a costa de estar divididas muchas familias entre los distintos gajos de la ocupación.

En un lugar no lejano, en la esquelética ciudad, alguien había escrito una frase muy significativa:

“DAZU BRAUCHE HITLER 12 JAHREZEIT” (Para esto necesitó Hitler 12 años).

Por la calle solitaria y derruida comenzaron de pronto a surgir sombras negras, cargadas como hormigas en verano, con su botín a cuestas. Mas no eran hormigas ni llevaban migas de pan. Una a una, las diminutas sombras fueron creciendo, mostrando ya de cerca, con orgullo la tiesa pajarita y el frac recién sacado de algún viejo arcón, con olor a naftalina, pero planchado y limpio.
El teatro parecía mofarse con su faz, toda ella boca, dando vida con su intimidad al descubierto, a la ruidosa calle.

Los peldaños del escenario tiritaban de emoción. Hubieron de ser sustituídos por sillas, que al ser pisadas chirriaban soltando su enojada polvareda. Las tablas del escenario se hallaban tan podridas que resultaba difícil distribuirse. Mas nada que no fuera la vida misma, la propia supervivencia, era problema. Así que todos, después de desencajar algunas de ellas, las intercambiaron, colocando las peores al fondo del escenario.

La nieve y la lluvia contemplaban desde arriba la escena sin atreverse a interrumpir. Hasta el viento permaneció quieto, a la expectativa. Y un grupo de personas desde la sombra de lo que fue acera, mirando desde el otro lado de la calle, se acercaban.

El atril estaba cojo. Hubieron de improvisar un pie con los restos de una silla. Y la batuta que el viejo Director extrajo de su bolsillo, estaba carcomida.

Desenfundaron los instrumentos y afinaron las cuerdas.

De un rincón del escenario, cubierto de cascotes y vigas extrajeron un piano, que resultó milagrosamente ileso. Como niños mimados de la guerra, se habían salvado los sonidos.

Mientras en la calle los curiosos iban en aumento, cesó el frío. Sin duda asustado del nuevo rescoldo que surgía, huyó hacia el norte perseguido de una suave brisa.

Una vez afinados los instrumentos, preparaba el Director su batuta, cuando de repente, se rascó con ella la espalda, entre el frac y la camisa. Y luego, obligado tal vez por el extraño resorte de las miradas, se giró y al ver a tan nutrido grupo de personas sentadas en las raídas y polvorientas butacas, tras una reverencia anunció emocionado a viva voz:

-Sinfonía núm. 1 en do menor op. 68 de Brahms.

Y acto seguido, encendido por un extraño y olvidado rubor, comenzó a dirigir con pasión a su recién reunida orquesta. Después de 18 años de obligada disolución, al ser perseguidos gran número de sus miembros por ser de origen judío, se reunían los supervivientes de tanta tragedia, después de tantos años sin verse, sin ensayos, con un nerviosismo y emoción rojiza y húmeda que emocionó a los presentes.

A cada sonido se avanzaba un poco más hacia la calma, mientras brotaban pequeñas burbujas de la respiración del público.

Varias mujeres oprimían la hasta entonces seca esponja de su desdicha. La música reblandecía el caparazón de tortuga que la dureza de la guerra y la humillación de la derrota habían labrado en torno a los sentimientos.

Tres ancianos y varios niños dirigían con sus manos, marcando el compás sin darse cuenta. Y todas a una, las almas del auditorio y la orquesta, escapaban con cada nota de su propia asfixia. 

En un pequeño y oscuro rincón, ellas bailaban forzadas con la embrujada música.

También ellas habían perdido toda su familia con la guerra, aunque al principio les fuera bien y se engordaran con la miseria ajena. Pero por falta de alimento habían fallecido casi todos sus parientes escuchando un recital en este mismo teatro. A la abuela la aplastó un general de la SS, mientras gozaba escuchando la “Cabalgata de la Valquiria”.

Y ahora que ellas se relamían de gozo ante tan nutrido grupo de personas, esperando armarla y aprovechar la ocasión... un brusco movimiento las sacó de sus casillas.

No podían escapar. No atinaban. Bailaban por imposición. A la fuerza. Arriba. Abajo. Arriba. Abajo.

¡Cuánto coscorrón!

Los saltos cada vez eran mayores. Arriba. Abajo. Arriba. Abajo. Luego lentitud, deslizamiento suave. Y, bruscamente de nuevo la locura del salto, chocando una y otra vez contra las paredes y el techo. A pesar de ello, la música tan bien interpretada y dirigida, creada con tal sutil inspiración por su autor, les gustaba.

Invadía todo su cuerpo una extraña sensación. Serían mártires por algo grande e inusitado. Por el verdadero fin de una guerra atroz. Por el nacimiento de una nueva esperanza, una nueva ilusión, aunque antigua, renovada. Por la evasión del espíritu a través de la música: cerrar los ojos, imaginar que vuelas...

La brusquedad irrumpió de nuevo. Arriba. Abajo . Arriba. Abajo. Arriba. Abajo. Arriba. Abajo. Enajenación. Extenuación. Primer estertor. Arriba. Abajo. Arriba. Abajo. Laxitud. Agonía. Arriba. Abajo. Arriba. Abajo. Zarpazos. Segundo estertor.

El público gozaba de un final único y grandioso.

Y tras el glorioso final, una calurosa lluvia de aplausos obligó a la reiterada y ceremoniosa
salutación del Director y la Orquesta.

De las arremolinadas nubes comenzó a descender la contenida nieve mezclada de lluvia. El viento regresó de su destierro y envidioso por perderse lo acontecido, comenzó a resoplar con ira, haciendo que el auditorio huyera en desbandada, mas no sin antes llevarse escondida en la bufanda una nueva ilusión, mientras los músicos recogían sin prisas sus instrumentos y cubrían el piano con los restos de algunos decorados.

Embriagado por los aplausos, que aún resonaban como un eco en sus tímpanos, el flaco y anciano Director, olvidó sobre el desvencijado atril la carcomida batuta.

Dentro, rodeadas de carcomas empotradas en recovecos, se hallaban extenuadas, muertas, patas arriba, las dos pulgas.

Despertó rascándose la espalda. Sobre los pies -todavía encima de la mesa- se hallaba abierto el libro. En el suelo, los restos del puro rodeado de ceniza. Y en la radio se cruzaban varias emisoras logrando un singular barullo.

Después de hacer desaparecer las huellas de su fechoría, se puso a estudiar. Pero no pudo. Le venían a la memoria las cruces gamadas que había pintado en la escuela, con la intención de hacer rabiar a la profesora. Ya no se sentía rabioso ni enojado. No comprendía lo que le impulsaba a llevar la contraria a los demás. Ni comprendía que Hitler hubiera ganado unas elecciones. Ni que hiciera tantos disparates y salvajadas. Tal vez tuviera razón su padre al decir que el poder corrompe y transforma a los hombres. Lo esencial, -le repetía hasta la saciedad- es el respeto hacia los demás, el sentido de la justicia auténtica, sin egoísmo, y el amor a la cultura universal, protegiendo especialmente la propia.

En cambio, la profesora del colegio, la de lengua, les decía a todos que la extrema derecha es la culpable de todos los males de la Historia.

Y el monitor de gimnasia, que los únicos culpables de los males que nos aquejan en la actualidad, son los comunistas.

No hay quien se aclare con tales ideas. Luego se extrañan los mayores de mi falta de carácter e inseguridad. Miramos la tele y ¡hala!... toma guerra...sexo...violencia...robos a bancos... empujones en las colas y en el metro...malas caras...y a los pobres viejos indefensos les roban la cartera y a las señoras el bolso, echando a correr.

Y si a un pobre chaval como yo, se le ocurre romper algo para desahogarse, le cae un castigo sin remedio.

Menos mal que ese sueño tuvo un final divertido. Ja ja ja... ¡Dos pulgas!

Lo que se rieron mis amigos de clase al día siguiente..."

Fue mejor que la novedad del primer porro.

Porque él, mi sobrino, a pesar de la excelente formación que le ofrece mi hermano, es muy atrevido, aunque luego rectifique sus errores.

Cuando me contó este extraño sueño, me dijo que probó un porro dos veces nada más. Por fardar con los amigos. Pero que a solas le dio miedo tanto colocón y a la tercera ya no aceptó.

“En cambio, la música, ¡mira por dónde va a tener razón tu hermano... es otra cosa! ¡Será cuestión de escucharla en las horas pelmas, cerrando los ojos, imaginando que vuelo y diciendo bajito: Música Maestro!

El no sabe que eso de cerrar los ojos y soñar que vuelas, se lo transcribí yo a su madre y ésta a su padre.

*