viernes, 30 de junio de 2017



(Jarabe de humor)
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¿Qué le dijo la tuerca al tornillo?.
" Por más vueltas que le doy, no entiendo eso del ORGULLO GAY"
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ANGALU
(Después de declararme en huelga política este fin de semana y levantarme de hacer la siesta durante una tormenta)
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Serenata Schubert



(Vídeo musica)
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Agradeciendo la amistad creciente de mi fiel seguidor en este blog, FRANCISCO ESPADA, ofrezco aquí una de las mejores interpretaciones musicales de MARÍA MÁRQUEZ, su sobrina, a quien felicito desde aquí y espero que pronto nos pueda ofrecer LA RAPSODIA NÚM. 2 DE FRANZ LISTZ, que al parecer es una prueba de fuego para todo pianista virtuoso. 
¡QUE LO DISFRUTÉIS!
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Fotografía: Entrada Parque del Malecón-Murcia
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(Pájaros sueltos)
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San Antonio, tú que sabes
cómo duele el desencanto,
cómo merece la vida
cuando se acepta el fracaso
y que nadie está vacío
ni es inútil lo que ha amado,
te pido alegría y fuerza,
para los pobres ancianos,
que sus almas no se arruguen
ni el corazón sufra tanto
que se le mueran heridos
sus sueños y últimos pájaros.
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(Fragmento de la Oración de los ancianos)
D. IRIBARREN
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domingo, 25 de junio de 2017

jueves, 22 de junio de 2017

COLIBRÍES: PRECIOSOS MENSAJEROS


Los fariseos de hoy solo quieren escuchar lo que les halaga.
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SAN ANTONIO DE PADUA
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(Pájaros sueltos y Vídeos Naturaleza)

martes, 13 de junio de 2017



 (Cuentos de ANGALU)
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 Espero vuestras opiniones sobre este cuento, es el segundo de los 33 de mi libro: CUENTOS ENCADENADOS-UN MUNDO ENTRE GERANIOS. Gracias.

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2.- EXTRAÑA DESPEDIDA

En este edificio de esta casi calle a las afueras de una pequeña ciudad, -cuyo nombre no pienso citar- al ser de cinco pisos más ático, de alquiler, cambia cada cierto tiempo de vecinos; destacando, -como siempre suele suceder- los más extravagantes y carismáticos.
En el ático residieron una corta temporada, la decoradora con su extraña pareja; a quienes yo, evadiéndome del tedio cotidiano, contemplaba sorprendida, agazapada mi nariz entre los geranios de mi ventana.
Dicen que todas las cosas tienen su momento y tengo comprobado que se deja de comentar un suceso, o dejan de volar las plumas de un chismorreo... cuando surge otro y las alas anteriores ruedan por el suelo hechas añicos. Y era su turno.
Su manera de vestir, de hablar y comportarse, les mostraba tan distintos a los demás que parecían gentes de otros mundos. De esos pequeños mundos dentro de este también pequeño planeta que compartimos todos.
Cada fin de semana organizaban un festín con baile y música, al que no acudía vecino alguno ni nadie conocido de la cercana ciudad, y duraba hasta las tantas y una más de la madrugada. Luego, ya clareado el día, parecía como si se les hubiese tragado la tierra. Todo cerrado y silencioso: puertas, ventanas, persianas... O no estaban o dormían la mona. Y si estaban, la resaca debía de ser de abrigo, pero de visón, por lo menos.
Y cada lunes, muy temprano, con pinta de sueño, las raras y gesticulantes despedidas.
Permanecí con la incógnita hasta que un caluroso día de verano, tras dormir con la ventana abierta, oí como despedían una a una, sus extrañas visitas. El viento era favorable y mi fino oído captó tres frases:
-Que ustedes lo caguen bien.
-Gracias, igualmente.
-Se agradece el interés y su visita.
Pensé que me había engañado mi percepción auditiva y decidí prestar más atención. No me parecía lógico que hablándose con corrección, soltaran esa tosca palabreja. Deberían decir que ustedes lo pasen bien y el subconsciente me estaba jugando una mala pasada. Así que desde la cama, con mi bastón corrí las cortinas dejando la ventana abierta de par en par, la persiana algo más levantada y apagada la luz, para no ser vista desde fuera.
Como una farola de la calle proyectaba la sombra de mis geranios hacia adentro, aparté dos macetas con el bastón y me tumbé ligeramente sobre el respaldo de la cama.
Apenas marchó la primera pareja, salió otra tan desconocida como la anterior y los inquilinos les despidieron en el umbral de la puerta de la escalera:
-Que ustedes lo caguen bien.
-¡Oh, gracias! Eso esperamos. Igualmente, ¿eh?
-Haremos lo posible, gracias y buen viaje.
¡Otra vez! ¿Sería posible?... Tal vez todos salían tan embriagados que no se daban ni cuenta de la tomadura de pelo de sus anfitriones.
Así iban desfilando todos, bajando por el ascensor, mientras ellos permanecían abajo, despidiéndolos y señalándoles el lugar donde habían dejado aparcado el coche. Unos soñolientos, otros algo colocados, iban tambaleándose, como una procesión de zombis.
A esa día le siguieron otros de aparente normalidad. Todo según se mire, ya que la pareja se las traía. El iba siempre -siempre que yo le veía, claro- con la cabeza rapada, con un pantalón tejano con más guarnición que una pocilga y una camisa enjaretada, con puntillas, a medio abrochar, dejando al descubierto un indescriptible tatuaje. Calzaba chanelas brillantes y fumaba siempre en pipa larga, como la famosa pipa de la paz. No sé, aún hoy, si fumaba tabaco o sustancias más peligrosas.
Ella, con el cabello corto, rizado a lo abisinio, con ricitos grifados como gatos con permanente en plena trifulca y teñidos a mechoncitos de colorines, desde el blanco al rojo más intenso, y desde el gris plata al negro. Siempre andaba por la terraza con su kimono dorado, bordado en seda negra y roja, que apenas sujeto, al moverse se abría mostrando unas braguitas de encaje rojo y los muslos morenos y rollizos.
La llamaron “la pepona” por su similitud con esa muñeca de cartón antigua, al maquillarse excesivamente, especialmente en el uso del colorete.
Los más pícaros abuelos del barrio, por ser verano, con la excuso de dar un paseo por la noche y tomar el fresco, se sentaban en un banco de este lado de la calle, en frente del edificio en cuestión; la observaban, siempre tan chismosos, y la bautizaron asi.
Yo podía contemplarla libremente a todas horas, sin ser vista. Con luna, con sol o con el reflejo de las farolas de la calle.
Llevaba las uñas de manos y pies siempre lacadas en negro, disimulando las manchas nicotina, de unas manos en continuo vaivén hacia la boca para dar sus pipaditas al tabaco rubio; y unos pies siempre descalzos por la terraza, dejando las plantas más oscuras que su sombra.
Yo no se quien sería capaz de encargarle decoración alguna. Pero alguien del barrio dijo que ese era su oficio.
No se trataban con los vecinos. Aunque al cruzarse de cerca, saludaran con aparente cortesía, no daban pie para conversación alguna. Así que nadie supo su nombre.
Mientras residieron aquí no se habló de otra cosa. Fueron el tema central de cualquier conversación vecinal. Mas nadie se percató de la frase de despedida, ni yo la comenté por temor a estar equivocada.
La primera y única vez que lo hice, fue con mi hermana, que tras abrir los ojos como platos, se despachó a gusto con sonoras carcajadas.
-Estarías medio dormida y entendiste mal.
-¡Ester, que ayer se repitió la escena! Como cada sábado y cada domingo. No tienes más que mirarlos. Son tan raros...
-Sí, raros si son. Hay gente que con tal de ser originales...
-¿Tu crees que lo dicen para burlarse por andar medio trompas?
-Pues trompas o trompetas, si has oído bien, sí. Estarán de guasa. Ganas de divertirse a costa de sus propios conocidos. ¡Que hay gente capaz de todo, hermanita!
-No lo cuentes ¿eh?... que nos van a tomar por chaladas a nosotras.
-Tienes razón. ¿Quién se lo iba a creer?
Cuando pasados unos meses llegó la policía a detenerles, a pesar de la sorpresa del momento, no me extrañó.
Yo ya había presentido algo. Los envenenan -llegué a pensar- y los muy cínicos encima se guasean. Y me eché a temblar por no haber denunciado a tiempo mis sospechas. ¿Pero de qué podía sospechar entonces yo?  De esa tonta frase, no. No era suficiente.
Durante varios días estuve intrigada. Soñaba con ellos, me desvelaba y luego no podía dormir. Yo misma me hacía las mil y una preguntas con sus correspondientes respuestas. Vano intento. No daba con una solución más o menos lógica. ¿Y cómo iba la lógica en semejante ambiente?... ¿O sería yo una mal pensada?...
Así estuve dándole vueltas al coco, hasta que se aclaró el caso y salió en la prensa.
Eran contrabandistas de diamantes y los pasaban camuflados en estrechas bolsitas tubulares en su propio recto.
¡Luego se extraña mi hermana de que no quiera ir al cine! Cuando el teatro es más vivo y lo tengo gratis y enfrente...

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Ángeles Garrido Luna
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(Pájaros sueltos)
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La raíz escondida del árbol
no espera premio por llenar de frutos sus ramas.
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R.TAGORE
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lunes, 12 de junio de 2017

(Pájaros sueltos)
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Canta la cascada:
Aunque una poca de mi agua basta al sediento,
¡Con qué alegría se la regalo toda!
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R. TAGORE
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domingo, 4 de junio de 2017

(Pájaros sueltos)
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La poesía es la mujer tangible con los dedos del alma. 
La que no besa con labios, sino con palabras. 
Mujer de flores que baila.
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ANGALU
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jueves, 1 de junio de 2017


(Poemas de Angalu)
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ANTE ESE FRIO QUE NO CESA...

...abre el armario del olvido
y descuelga el alma de su percha,
sacúdele el polvo
pásale el cepillo
y póntela en el cuerpo como abrigo.

Abre el arcón de antigüedades
y restaura poco a poco tu ilusión de niño.
Y si te da vergüenza,
restáurala a escondidas
y ponla por sombrero en tu cabeza.

Abre el cajón del pensamiento,
repasa tu libro de experiencias,
exprime sus hojas
y con su esencia
perfuma las arrugas de tu piel añeja.

Abre, en fin, aquel pequeño mueble repelente
donde escondes lo que peor huele y nadie aguanta.
Parte de cero. Píntalo de verde.
Sal de nuevo a la calle
y échate a andar con tus zapatos de esperanza.

Róbale al aire ese invisible acento
y con su refrescante fantasía,
pinta unos guantes
para tus manos,
que luego en el trabajo no estén frías.

Y si tu, como yo, eres frágil de oídos
y te asustan las críticas severas,
de poesía y amor
teje una bufanda
que envuelva con cariño tus orejas.

Ángeles Garrido Luna
(Angalu)

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Este poema, escrito y publicado en 1983, tiene su pequeña historia recóndita, silenciada, que puede aplicarse a distintas situaciones de la vida, cuando nos sentimos incomprendidos, y los que amamos profundamente la poesía, buscamos en ella refugio, optando por escribir dirigiéndonos a nosotros mismos para animarnos; ya cansados de protestar inútilmente ante cualquier injusticia. 

También voló, como otros tantos poemas, atravesando el Atlántico acompañado de otros cantarines pájaros que se sumaron a mi susurro.