domingo, 15 de marzo de 2009




CECILIA,
UN RAMITO DE VIVENCIAS EN MI EDAD TEMPRANA

(artículo)


Eran mis años adolescentes en “mi querida España, esta España mía, esta España nuestra” cuando empecé a escuchar su música, sus profundos poemas musicados. Yo no sabía casi nada de ella, sólo la voz y la guitarra de esa cantautora llegaba, me llegaba, a través-por supuesto- de la radio. Más tarde vi su rostro en la funda de los discos de vinilo, no fue difícil enamorarme de la voz de aquella joven delgada de ojos asustados, que nunca pude ver sonreír .

La música de Cecilia envuelta en poemas, ese jarabe tan dulce de tomar y con efectos beneficiosos para el alma, acariciaba mis cándidos oídos casi infantiles. Mucho tardé en entender las letras que yo cantaba con ella a mi lado mientras hacía mis labores : “Dama dama, de alta cuna de baja cama, esposa de su señor, amante de un vividor” la libertad de la clase alta prohibida y penada para otras mujeres .

En aquel “Amor de media noche” ya fui captando incipientes retazos de tierna rebeldía femenina, sobre todo cuando decía aquello de “quiero ser mía y nada más”. Fui creciendo con aquellas canciones que me revelaban lo que en la escuela no se me contaba, la historia prohibida: “Un millón de muertos” era el tema que reflejaba el dolor de las pérdidas humanas (un millón era el número de bajas de ambos bandos) en nuestra casi reciente Guerra Civil. Dosis de conciencia social en tiempos de censura y régimen militar se desprendían de sus temas hasta mis castos pero inquietos oídos adolescentes.

De Cecilia recuerdo un tema que me ponía la carne de gallina, fue una premonición, una bella canción a la muerte. Trataba del viaje que dura una vida o algo así, recuerdo que en su letra decía al final: “..y te irás de aquí, igual que has venido, tu cuerpo a la tierra y la tierra al trigo”.

Su canción “Un ramito de violetas” ha sido para mi toda una reflexión sobre el poder de la literatura y en concreto de la poesía. Este tema en el que una mujer va leyendo los poemas de un desconocido que la hace soñar y sobrevivir a su dificultosa relación de pareja, un bello tema, casi un cuento con final inesperado; siempre me ha hecho meditar sobre el poder de la literatura, digamos, anónima; lo que leemos sin conocer a su autor que multiplica nuestra capacidad imaginativa y sensitiva.

Un día cualquiera fue, se secaron de golpe sus fuentes de inspiración y sus ojos. Escuché sobrecogido la noticia de su muerte en la misma radio, en la que salía su tibia voz melódica. Sus sueños quedaron aplastados en el asfalto como tantos miles de personas, una más. Pero sus versos y su voz ya eran, afortunadamente, inmortales y siguieron zurciendo mis pasos hacia la vida de adultos. Ella fue como los árboles gigantes que siguen haciendo sombra y cobijo, incluso después de morir.

19-12-08


PERE VICENTE AGULLÓ

ELCHE-ALICANTE

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