jueves, 26 de febrero de 2009



EMMA EGEA PÉREZ.

Nació en Cartagena el 12 de Diciembre de 1932. Hija de abogado, asesinado durante la Guerra civil, estudió comercio, enfermería, empresariales y Procurador de los Tribunales. Sólo llegaría a ejercer la profesión de enfermera en la seguridad social.
En 1962 se casó con el escritor y también abogado, Eugenio Martínez Pastor, de cuyo matrimonio no tuvieron hijos.
En el año 1968, Emma Egea, empieza a percibir los primeros síntomas evidentes de una extraña enfermedad neurológica, - el síndrome de Kükelberg Welander- que muy lentamente la va dejando paralizada. Solamente cuando la enfermedad se va agravando Emma recurre a la poesía como terapia a la realidad de su deterioro físico, que despacio, pero inexorablemente la va cercando en su actividad vital – Emma fue siempre una mujer enormemente vital.
Hasta 1984 Emma Egea no edita su primer libro, un pequeño librito de versos denominado, intencionadamente, “Pasos”. Posteriormente, y con la misma añoranza serena de los pasos perdidos edita, en 1991, en “AGUA”, su segundo libro de poemas que titula “Si yo fuera río”.
En la revista “AGUA” publicó dos de sus cuentos. “El Gato” y “La Olivera”, y en colaboración con Eugenio Martínez Pastor – bajo sendos seudónimos- una articulo sobre Rimbaud.
Emma Egea, en la madrugada del 21 de Agosto, fallecía, a los cincuenta y nueve años, de una embolia pulmonar. Sus cenizas, según su deseo, fueron arrojadas al mar Mediterráneo, al sur de la isla de Escombreras, bajo un cielo poblado de gaviotas, que se levantaron de la escampada costa para rendir un ultimo homenaje a la voz perdida de Emma Egea. A continuación un poema de su libro “Un día de Mayo”:

Los amigos no se buscan.
Si tienes la dicha de encontrarlos
no dejes que se vayan.

La amistad nace breve.
Y se hace fuerte con los años.

La amistad es el faro
Que te libra del naufragio.

Alondra

Eres
La alondra que anida
En los trigos.
Eres,
Como la alondra
Caída del nido.
Eres la alondra
Que vino
a mi puerta
a quedarse conmigo

Pasaron unos zagales

Pasaron unos zagales
En un palo
Una bandera,
No sabías qué querían
Donde iban,
Quienes eran.
Pero allá
Te fuiste tú,
Detrás de aquella
Bandera.
Y fueron tus propios pies,
Los que pisaron
La tierra.


En 1993, un año después de su fallecimiento, SOREN PEÑALVER, le dedica un cuaderno de poesía, editado por AGUA, entre ellos, el primer poema titulado:

VERSOS PARA UN AVATAR

El beso del lebeche esta mañana
Revuelve las páginas que ilustra
Tu imagen. Entras en el templo,
En una de ellas, del brazo de la Vida
Confiada. No se puede alejar la vista
De tanta gracia. Un temor, unos celos
Sutiles nos atormentan con la idea
De que huyas a la intimidad del Tiempo,
Y que allí distante, ajena permanezcas
A esta apariencia de la existencia,
Que una vez brilló y fue tangible
Por el dolor y tu belleza clara.
*
Sobre todos aquellos que te conocieron,
Que amaste y que te amaron, la ventaja
Tengo de contemplaste, inmediata de vida,
En el reflejo perenne de estas páginas
Entre las que el lebeche terco sopla
Y a su albur tu memoria aviva.
*

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